Hoy me deja el relato un poso agridulce que me encierra en la cocina para sacudirme la melancolía. Haciendo esta receta rememoro los felices momentos que me aportan las almendras y el chocolate blanco cuando las hago bailar al unísono y el resultado es tan fabuloso como estos trocitos de cielo en que se ha convertido mi tarta. Seguid leyendo y sabed para quién va dedicada y por qué.
Ingredientes:
-150 gr de mantequilla a temperatura ambiente
-225 gr chocolate blanco
-225 gr de almendra molida o harina de almendra
-200 gr de azúcar (250 gr si usáis chocolate negro)
-6 huevos
-2 cucharadas de ron
-zumo de una naranja
La elaboración no puede ser más sencilla, y el resultado espectacular, una tarta húmeda con sabor a mazapán y los matices del zumo de naranja con el ron.
Precalentamos el horno a 180 grados.
Ponemos todos los ingredientes en un recipiente y batimos con una batidora normal hasta integrar todo. Vertemos en un molde, en mi caso cuadrado de 21 cm de lado, previamente engrasado y cubierta la base con papel de hornear. Llevamos al horno durante 40 minutos aproximadamente (como siempre dependerá de cada horno) a 180 grados.
Margot llega a nuestro hotel cuando ya tenemos las maletas
en el pasillo y nos afanamos en no olvidar las engorrosas documentaciones, los
billetes de avión y los pequeños enseres del baño. Apretadas en un pequeño
espacio la observamos parada en el dintel de la puerta, aguardando con un rictus
triste en el semblante. Como no puede ser de otro modo, todas sentimos esta
separación inminente.. Nos queda alguna hora hasta la salida del vuelo y nos
invita en la cafetería del hotel antes de llevarnos en su coche hasta el
aeropuerto. Lleva en bandolera un portátil y en la mano un pen drive con los
últimos retazos de una conversación que quedó en el aire. Se muestra tímida
ahora que la soledad amenaza con interrumpir la historia iniciada y se aferra
como una posesa al interés que despiertan sus descubrimientos. Carlota se
acerca hasta ella con una sonrisa abierta y le tiende los brazos para besarla
en ambas mejillas, apenas sus labios rozan sus oídos le susurra: “por si no te has
dado cuenta ya somos tres en esta locura a través del tiempo. Con tu esfuerzo
nos has dado alas para seguir más allá de la distancia en pos de una quimera.
Un día u otro este trabajo dará sus frutos y todo te lo deberemos a ti”. Margot
se ha abrazado con fuerza y poco a poco me he unido a ellas en una piña
solidaria. Venga, venga, -dice Carlota frotándose los ojos con un pañuelo de
papel,- o no llegaremos nunca al aeropuerto. Pero para ese instante todas
estamos llorando. Hemos dejado atrás una ciudad ansiosa de un sol naciente y una persona agitando
vanamente su mano tras los ciegos ventanales de Ezeiza. Cierro los ojos
intentando dormir, pero es la voz de Suri surgida del estudio de Margot la que
me mantiene en vela:
Entrev. ¿Va a decirme
por fin por qué se marchó la Sra. Murray de Londres?
Suri: Por supuesto. Yo me enteré tiempo después. Nadie de
nuestro entorno sabía a ciencia cierta su paradero. Y aunque nos llegaba alguna
carta aislada desde ciudades de Europa, no nos cabía duda de que su presencia
estaba donde pudiese ser de ayuda. Mucho tiempo después de su partida, cuando
nuestras esperanzas se habían desvanecido, se lo confesó a Victoria. Lo
recuerdo como si
sus palabras hubiesen sido grabadas a fuego en mi memoria. Y
aquél fue el día más triste de mi existencia.
“Venía mascullando mi partida desde que Ian Karsky me habló
de Varsovia y de lo que allí estaba ocurriendo. Comprenderéis que no dijese
nada dada la incertidumbre de mi destino . Mi definitiva partida vino precedida
de un terrible sueño que me atormentó repetidamente. En él, dos figuras acurrucadas,
en cuclillas, desnudas, ocultando sus vergüenzas, con la columna vertebral muy marcada
por su extrema delgadez y el pelo sucio y revuelto, me miraban con ojos
implorantes mientras apenas audibles, pronunciaban sus nombres. Lo repetían
insistentemente, Dignidad y Libertad, Dignidad y Libertad. Palabras denostadas.
Di un respingo y súbitamente desperté de mis delirios nocturnos. Durante algún
tiempo no pude olvidar sus palabras y pese a que sus figuras fueron
difuminándose en mi memoria, creí vislumbrar una señal para mutar mi
indolencia. Se me abrían las carnes viendo cómo gente como nosotras sufría al
otro lado de las fronteras sin que nadie hiciese nada por evitarlo. Así empezó
pues un corto pero intenso periplo que me llevaría a las puertas de Varsovia.
Muchos serían los días en que parada frente a ese muro de tres metros deseé su extinción. Me inscribí en el Centro Epidemiológico con
nombre suplantado y allí conocí a Irena Sendler.
Zegota era una red clandestina en la que nos integramos
algunas personas del mundo libre para socorrer a los recluidos en el gueto de
Varsovia y durante algunos meses mi vida dio un giro radical, colaborando con
ángeles entregados a una labor que podría colocarles a los pies de la muerte
pero que les daba una felicidad inusitada. La conocí en el hospital para
enfermedades contagiosas afanada en un cometido de dimensiones extraordinarias.
Jolanta, como se hacía llamar en la organización me abrió los ojos a un mundo
de entrega a los demás que escapaba a mi comprensión. Por encima de su
preocupación personal, de su integridad física y psíquica, se antepuso el
trabajo por arrancar a niños pequeños de los brazos de la muerte. Una robusta
mujer en la treintena, de pequeños pero vivaces ojos, cara ancha y labios
gruesos, salía de su casa en la Varsovia ocupada para adentrarse en el corazón
judío de la ciudad que amaba, sorteaba los obstáculos de la amenazadora
presencia nazi y recorría las calles atestadas del gueto con la misión de
buscar alivio a familias con niños pequeños, muchos de ellos lactantes,
abocados a una realidad de pesadilla. Me fascinaron su determinación y su labor
callada y misteriosa; la veía con su pequeña furgoneta cargada de sacos, cestos
de basura, bolsas de patatas y cajas de herramientas cruzar los controles alemanes
amparada en el miedo al contagio de los soldados, sin percatarme de que en el
interior de cada recipiente, una vida renacía a la esperanza. Ocultos en
pequeños fardos, entre útiles de trabajo, amparados por el grueso perro que
ladraba insistente ante los uniformes nazis, los más pequeños del gueto
dormían, en ocasiones sedados, hasta alcanzar una familia que les otorgase un
futuro. Dentro del gueto quedaban los condenados, sin atisbo de esperanza; de
modo que conscientemente entregaban a sus hijos para ofrecerles una oportunidad
con gentes desconocidas, anónimos que suplantaron durante muchos años a unos
padres biológicos que perecieron en masa entre los muros de una ciudad desahuciada.
En los pequeños recesos que nos permitía la labor en el hospital, Jolanta me
contó cómo escribía cada uno de esos nombres en pequeños papeles que introducía
en tarros o botes de cristal. Jamás me dijo dónde los guardaba, ni yo se lo
pregunté. Fueron cientos, quizás miles en un corto espacio de tiempo; hasta aquel abril de
1943 en que la sublevación del gueto se convirtió en una tragedia de enormes
dimensiones.
Nuestra labor pasó a ser muy peligrosa y se vigilaba cada
movimiento de quienes teníamos contacto con los judíos; al fin caímos en sus
manos. Fuimos sometidas a torturas físicas de una crueldad inconcebible; nos
fracturaron tobillos y rodillas, nos raparon y nos despojaron de la poca
dignidad que nos quedaba. Sé que Irena jamás confesó su cometido ni dónde enterró
el listado con sus conquistas. En la prisión de Pawiac se separaron nuestros
caminos. Pensé que era un ángel caído en el infierno del nazismo. Mi destino
sería muy distinto: Auschwitz. Aquí permanezco viva entre los muertos,
aguardando una hora que se me antoja cercana.
Sé que en cierto modo os traicioné con mi partida, sobre
todo a Suri, a la que de nuevo dejé huérfana. Te tiene a ti, Victoria,
suplántame, como has venido haciendo en este tiempo de pesares y ejerce esa
labor con la determinación mostrada hasta la fecha; estará en buenas manos. Si las
fuerzas me acompañan volveré a escribir o quizás estás sean las últimas líneas
que os lleguen. En cualquier caso, recordad que os he amado con todas mis
fuerzas y guardad con cariño mi memoria.”
Se hizo el silencio; el rugido de los motores del boing 747
no podía acallar los sollozos que me
surgían a borbotones; Carlota disimulaba enfrascada en la lectura de una
revista sin deslizar los ojos por el papel, más bien éstos permanecían clavados
en el oscuro firmamento que nos envolvía, víctimas de los más funestos pesares.
El paso de las horas y el silencio en la carlinga me fue concienciando de la
suerte que tuvieron aquellos que conocieron a Annie Murray, y en cierto modo,
también me sentí feliz por su determinación, su coraje, su cordura y su inmensa
bondad. Sacrificó lo único de que disponía por dar una oportunidad a quienes se
les había arrebatado. No pude evitar una sonrisa mientras elevaba una plegaria
por su alma. Carlota se me acercó y con toda la dulzura de que fui capaz le
recité el último fragmento que emitió la grabación de Margot:
Suri: “Cuando años más tarde pude visitar a Irena en una residencia de Varsovia ya estaba postrada en una silla de ruedas y su pelo había encanecido; en su rostro permanecía una sonrisa perenne y en sus ojos percibí una llama incombustible. Reconocí en sus ademanes a la madre que me devolvió a la vida y aunque sabía que la mía había perecido entre miles en un campo de exterminio, me abracé a Irena, deposité mi rostro en su regazo y dejé que mis lágrimas bañasen las palmas de sus manos.”
pero que delicia al paladar y a la vista!
ResponderEliminarSe miran tan delicioso!
Proyecto Pastelito
MMMMMM, que pecado es esta receta, besos
ResponderEliminarUhmmmm¡¡¡¡ Sabor a mazapán.... Con tu permiso , te la copio.
ResponderEliminarBesos
Tiene una pinta estupenda ,besos
ResponderEliminarSi, todas lloramos, que triste , muy triste.
ResponderEliminarGracias x compartir esta historia!!!!
Esperare su regreso, esta vez en mi ciudad natal.
Y sumo a esta tristeza, el no tener harina de almendras o almendras, insisto, deseo una anticipacion de los ingredientes!!!!!!! Como sacudo mi melancolia????
Cariños
Esta cae para el cumple de hijo que es a comienzos de septiembre. Además mi sobrina es celiaca y le hará mucha ilusión.
ResponderEliminarPregunta Angeles: esta tarta sube mucho cuando se esta haciendo? Todavía recuerdo el grito que pego marido con la de queso de Castiello de Jaca. Es-pec-ta-cu-lar!!!!
Un beso
Vir
Hola Vir, sí sube, aunque no tanto como la de queso y al igual que la de queso después baja. Yo prefiero hornearla en molde de lados altos para evitar que se derrame.
EliminarSi la haces para el cumple de hijo, sustituye el ron por un poco más de zumo de naranja y solucionado. También puedes sustituir el chocolate blanco por negro o con leche, a vuestro gusto.
Un beso
Mmmm, comer esta tarta tiene que ser delito Ángeles, ja, ja. Mil gracias por la receta. Un besico.
ResponderEliminarUmm que dlicatesem!!besos
ResponderEliminarQué buena pinta. Tiene que estar riquísima.
ResponderEliminarSaludos
¡¡¡Hola Ángeles!!! Ya estamos de vuelta ¡Qué pena! que poco dura lo bueno. Ahora a la rutina, claro después de deshacer las maletas y poner las lavadoras ¡Menudo día me espera mañana! Poco a poco me iré poniendo al día. La tarta genial Pilu peque es celiaca, me viene que ni anillo al dedo. La historia de Carlota ni la he mirado que me tengo que poner al día de todo lo que me he perdido. Muchísimos besoooos http://40ytantas.blogspot.com
ResponderEliminarEstupenda receta, yo siempre tengo un par de ellas para celiacos porque cuando viene mi sobrino que es celiaco no gusta sacar dulce y se le ponga esa cara tristona. Así que me la archivo encantada. besos Mar ♥
ResponderEliminarHola Angeles, encantada de conocerte preciosa! Y jolines, como llevo tanto tiempo sin conocer tu blog!!! Que maravilla!! Gracias por descubrirmelo, es todo un honor para mi, tenerte en el mio, jolines, el mio no está ni a tu altura! no sé ni como te fijaste!!! Que preciosidad de blog tienes, de fotos y de recetas!!! Me encanta todo :)
ResponderEliminarY que decirte de esta tarta de almendras... que rica por dios!! Me encanta!! Y encima sin gluten, de verdad, un 10 no, lo siguiente!! Felicidades preciosa!! Me encanta el sabor de la almendra en los postres, probaré tu receta! Un besito preciosa, me voy a dar una vuelta :)