Este roscón es un homenaje que pretendo rendir a Lady Victoria, un atractivo personaje descubierto de modo casual en una Librería de Viejo de la calle Cecil Court de Londres. Una edición descuidada e inédita que cayó en mis manos de una manera fortuita y que día a día me sorprende con descubrimientos asombrosos. Si seguís leyendo este post descubriréis los primeros datos de mi dama y como yo, a través de sus cartas, os entregaréis a su aventura de un modo dulce y arrebatado.
La receta es una combinación de la publicada por Webos fritos, por Uno de dos y mi receta familiar . Ha salido un roscón riquísimo.
Ingredientes:
Para la masa madre:
-150 gr de harina de fuerza
-150 gr de leche entera templada
-5 gr de levadura fresca de panadero
Para el roscón:
-425 gr de harina de fuerza
-10 gr de levadura fresca de panadero
-2 huevos
-15 gramos de aroma de azahar
-10 gramos de ron
-120 gr de azúcar glas aromatizada con la ralladura de media naranja y medio limón
-Zumo de media naranja
-1 cucharada de miel
-1 cucharadita de sal
-120 gr de mantequilla a temperatura ambiente
-1 huevo batido para pintar el roscón antes de hornearlo
-Frutas confitadas al gusto
-Azúcar humedecido con aroma de azahar
-Nata para montar (35,1% materia grasa). Es muy importante la materia grasa de la nata, porque queda mucho más firme.
Preparamos la masa madre diluyendo en la leche tibia la levadura, mientras la deshacemos con la punta de los dedos, añadimos la harina y mezclamos. Tapamos con papel film y dejamos reposar a temperatura ambiente una hora.
Vamos con la masa del roscón. Ponemos la harina en el bol (excepto 50 gr que guardaremos hasta el final) y añadimos la levadura frotándola entre los dedos para que quede en trocitos pequeños.
Añadimos 2 huevos, sal, agua de azahar, ron, el zumo de media naranja, el azúcar aromatizado y la miel. Se amasa todo bien a mano o con robot tipo Kitchen Aid y añadimos la masa madre para seguir amasando; cuando todo vuelve a estar integrado iremos añadiendo la mantequilla en trocitos.
Mezclaremos o amasaremos hasta que la masa se despegue de las paredes del bol. Intentar no añadir más harina, ya que sólo conseguiremos una masa menos ligera. Si la masa sigue sin despegarse es el momento de ir añadiendo los 50 gr que hemos apartado al principio (Recordar, solo si es necesario). Formamos una bola y dejamos reposar tapada con papel film hasta que doble su volumen. (El reposo siempre en lugar cálido y sin corrientes).
Amasamos de nuevo ligeramente para sacar el gas de la primera fermentación, hacemos otra bola y de nuevo a reposar. Otra vez hasta que doble su volumen.
Quitamos el gas a la masa de nuevo, reposo de 10 minutos para que se relaje la masa y damos forma, en mi caso a dos roscones medianos, dejando el hueco central bastante grande para que no se cierre con la fermentación. Dejamos reposar entre una y dos horas, dependiendo de la temperatura ambiente y de la humedad.
Precalentamos el horno a 220 grados, calor arriba y abajo.
Pintamos de nuevo con huevo, colocamos nuestras frutas confitadas y hacemos montoncitos con el azúcar humedecido (solo unas gotas) sobre el roscón.
Horneamos a 200 grados durante 8 minutos y bajamos a 180 grados 12 minutos más, pero dependerá de cada horno. Si veis que se oscurece mucho la parte de arriba, ponemos papel de aluminio hasta que acabe de hornearse.
El resultado, a la vista lo tenéis.
Y como lo prometido es deuda, saboreando una taza de café en casa con mis amigas, os remito la primera carta fechada que aparece en Recetas en la distancia, ese librito del que os hablé y que esconde entre sus hojas algo más que repostería y azúcar. Desentrañad conmigo un pasado perdido en el tiempo y al fin recuperado.
Van pasando los días y sigo sin noticias tuyas. Me di
cuenta en cuanto regresamos de Cable Street de que aquel cuatro de octubre te
había cambiado. También yo estaba por la causa, pero con los pies en el suelo.
Tú te abandonaste a sueños y futuros alejado de mí; te rodeaste de ideólogos y
predicadores que mellaron tu voluntad. Y al fin, te fuiste. Sin una nota, sin
una despedida, de modo ruin y cobarde. Me has dejado sola (gracias al obrador
que me mantiene viva), sin fuerzas para una lucha que debía ser compartida y
por la que no sé si merece la pena seguir en pie.
Hoy es día de Reyes y
permanezco huída de tu memoria; bajo el árbol no cabe sino desesperanza. ¿Acaso
es más fuerte la causa que mi amor? No lo creo, aunque intente comprenderte. He
buscado tus noticias en albergues, hospitales y comisarías. He preguntado a
cuantos nos conocían y a los que sólo habían oído hablar de ti. Y nadie sabe
nada; como si se te hubiese tragado la tierra. Temo que hayas partido hacia
España, la patria que yo dejé atrás y que te obliga por justicia y por
libertad. Pero, ¿qué hay de mí?, ¿no merezco tus razones?, ¿no merezco vivir el
sueño del que me privaste? Debo decírtelo aunque no me oigas; antes de alejarte
dejaste tu semilla en mi vientre. No temas, aún es pronto y voy confirmando un
nuevo amor; en soledad, triste y desolada, pero con un porvenir ineludible.
Hoy
es el día del Roscón y aún lo recuerdo; qué lejos mi niñez a pesar de tener veintiún
años. ¡Qué vieja y qué ignorante! Amarte
por siempre es mi deseo y no cejaré hasta encontrarte. Tuya en la distancia.
Victoria. Londres, a seis de enero de 1937.