Celebrar este año el cumpleaños de Candela ha supuesto un reto de grandes proporciones. Hemos procurado darle una sorpresa inolvidable preparándole una mesa dulce, nuestra primera mesa dulce, para eso el esfuerzo en la preparación ha sido notable. Han sido varios días de trabajo entre hornear y decorar en los que hemos participado todos en casa. La tarea ha merecido la pena. Recordaremos durante mucho tiempo esa carita de niña embobada contemplándolo todo: las galletas decoradas, las linzer, las dos chocolates, los cake pops, el árbol de gominolas y esa tarta de color rosa que tanto le gustó. Horas de labor con las viejas cajas de fresas hasta conseguir un acabado satisfactorio, con los pompones de papel de seda lentamente compuestos, buscando el lugar idóneo, el rincón perfecto.
Y ella de anfitriona. La reina de la fiesta, agasajada y mimada por todos. Cuando se acostó, exhausta, todavía perduraba la sonrisa en su cara y esa ha sido la mayor de las recompensas.
Esperamos que también os guste a vosotras/os que como yo disfrutáis de las cosas hechas con dedicación.