En un pequeño pueblo del valle del Aragón, tomando el camino desde Castiello de Jaca, se encuentra la Garcipollera, un bonito albergue-restaurante donde descansar los huesos de bellas caminatas, echar una conversación con Concha y con Juan, y por supuesto, degustar las ricas viandas que allí se sirven. Quiero agradecerles que compartan sus riquísimos secretos culinarios con una servidora y me atrevo a incluir entre mis favoritas esta receta de tarta de queso.
-500 gr de queso fresco
-4 huevos medianos
-1 yogur natural
-250 gr de leche condensada
Precalentamos el horno a 220º.Batimos todos los ingredientes con la batidora y pasamos a un molde engrasado previamente. Al meter en el horno, bajamos la temperatura a 180º y dejamos hornear durante 30 minutos aproximadamente, ya sabéis que dependerá de cada horno. Cuando esté a temperatura ambiente meter a la nevera. Servir fría.
Podemos acompañarla de una mermelada de frutos rojos, aunque no lo necesita. La receta no puede ser más sencilla, pero tampoco puede estar más rica, el resultado es una tarta jugosa, nada pesada, y como ya os digo en el título del post, deliciosa.
Margot
Salinas aparece en escena cuando más falta me hacía. La llegada de
estos primeros días de calor han provocado una pequeña revolución
doméstica con cambios de vestuario en niños y adultos, lavadoras,
armarios y cajones. A la sorpresa incial se ha unido un
agradecimiento sincero, ya que gracias a su fidelidad al blog he
podido recibir una valiosa información que ahora comparto con
vosotros. Esta chilena afincada en Buenos Aires ha seguido la pista
durante años, en una ardua labor periodística de investigación, a
archivos descatalogados de los extintos países de la Europa del
este. Su portentosa memoria la ha llevado a 1970 y a un reportaje
realizado por la radio nacional checa sobre distintos personajes que
sufrieron la deportación en Praga durante la Segunda Guerra Mundial.
Como podéis imaginar, entre ellos, está nuestra protagonista Suri
Murray, ya con su nombre de adopción confirmado. Habla un locutor y
según transcribe Margot esto es lo que cuenta:
La llegada de Suri
Vilovitz a Praga ha venido envuelta en la persistente niebla que se
cierne sobre ella. Apenas se ve a dos metros. No obstante, y pese a
su prolongada ausencia, parece moverse con desenvoltura entre los
callejones de la Ciudad Vieja por la que le llevan sus pasos. Se
detiene con frecuencia en edificios añejos que parece reconocer y
prosigue un lento caminar sobre los adoquines sueltos de la calzada
hasta la puerta del Grand Hotel Europa, un bello edificio con
decoración Art Decó, próximo a los puntos más interesantes de la
ciudad. En su puerta pierdo el contacto visual. Va envuelta en una
gabardina ocre y un pañuelo sobrio cubre sus cabellos apenas
vislumbrados; tiene cuarenta y dos años y su figura es alta y
estilizada. Se registra y se retira a su habitación. A la mañana
siguiente la recojo en un taxi y charlamos de cosas banales antes de
llegar a la emisora. Por el camino me hace dar un rodeo y nos
detenemos en la Plaza Vieja, donde compra unas flores. Su mirada es
apagada. Una pátina de tristeza la envuelve, a juego con el día
gris que hace. Llegados al Barrio Judío me indica que la deje un
momento sola, instante que aprovecho para tomar un café. A través
de sus ventanas la veo entrar en la sinagoga Pinkas, en Siroka 23,
junto al cementerio judío y aunque sólo un momento, se para a leer
algunos de los nombre de los judíos checos asesinados por los nazis.
Reza durante media hora y a la salida me insta a una última parada;
la iglesia de San Cirilo en la Ciudad Nueva. No tiene que decirme
nada. Se ha convertido en lugar de culto; bajo el relieve donde
constan los nombres de los héroes que participaron en la operación
Antropoide para asesinar a Heydrich, deposita con delicadeza el ramo
de flores, murmura algo entre dientes y salimos pausadamente hasta la
emisora. Frente a mi, con una mesa de por medio, su piel traslúcida
me muestra una vejez incipiente, teñida de rubio, con unas grandes
gafas de sol que ocultan sus ojos, cruza las piernas y se dispone a
contarme alguna de las curiosidades por las que la llamé.
Entrevistador:¿Su
nombre?
Suri: Suri Murray.
Entrevistador: ¿Es el
verdadero?
Suri: Es el que tengo.
Hace mucho tiempo me llamé Vilovitz. El tiempo lo ha borrado de mi
memoria.
Entrevistador: ¿Cómo
ha encontrado su ciudad natal?
Suri: Vieja y algo
sucia. Pero mantiene ese halo romántico que le dan el Moldava, los
puentes y los edificios clásicos del centro. Las afueras sólo las
he visto por los cristales del taxi que me trajo del aeropuerto. No
tengo más referencias.
Entrevistador: ¿Qué
recuerda de su infancia?
Suri: No mucho, la
verdad. Grabados tengo los días previos a mi partida y el infierno
en que se convirtió la ciudad con la entrada del nacionalsocialismo
alemán. A mis padres en la estación agitando los pañuelos al
viento llorando inconsolables mientras el tren se deslizaba por
raíles de desesperación. A otros niños, como yo, que lloraron
durante horas en los vagones, ovillados sobre sí mismos, anclados en
el dolor absoluto. Poco a poco, el sueño, el hambre, la
desesperanza.
Entrevistador: ¿Y de
los años posteriores a su llegada a Londres?
Suri: La guerra
siguió; el recuerdo me sumió en una pesadilla interminable. Pero
triunfó el amor.
El de aquellos que me
acogieron con devoción, que me colmaron de atenciones y de cariño.
Más que hechos concretos, me vienen a la memoria las sensaciones que
sentí a su lado. Nunca más sola; permanentemente observada para
hacerme llevadero un porvenir renacido. Las caras alegres de los míos
aún nadando en la tristeza. En fin, un universo de calidez familiar
como nunca más llegué a conocer.
Entrevistador: Hábleme
de ellos
Suri: Imposible
transcribir en unas líneas cómo eran y lo que significaron. Durante
aquellos días aciagos fueron la columna sobre la que asentar un
futuro de esperanza. Formábamos una curiosa familia, mi madre
adoptiva, Annie, mi hermana, casi madre Victoria,con su pequeña hija
María del Carmen y su hijo de adopción Julen, otra víctima de la
sinrazón. Así hasta octubre de 1941, cuando regresó Andrew, el
marido de Victoria. Un muerto renacido.
Entrevistador: ¿Cómo
fue aquello?
Suri: Fue un episodio
extraordinario en nuestras vidas. No por esperado, menos intenso. La
aparición de Andrew en la residencia de Wipping Lane supuso una
conmoción sin precedentes, más si cabe que el bombardeo continuo y
machacón alemán. Todo se vino patas arriba. Eran las tres de la
tarde y mientras los niños jugábamos tras el almuerzo, las mujeres,
Annie y Victoria, descansaban previo a las ocupaciones de la tarde.
Sonó el timbre como un aldabonazo y todos giramos las cabezas hacia
la puerta. Un escalofrío recorrió nuestro espinazo; y así, entre
las penumbras del zaguán, apareció la figura del padre de María
del Carmen. Aún antes de abrir la boca, Victoria balbuceó su nombre
y rompió a llorar, los demás quedamos en pie, inmóviles como
estatuas, sin saber cómo reaccionar. Sólo Annie dió algunos pasos
para situarse próxima a Victoria. Vi cómo sonreía llena de
emoción, me aproximó a su regazo y me susurró al oído el nombre
de Andrew. Lo que ocurrió a continuación fue un torrente de
lágrimas, de risas, de voces superpuestas, de besos y carantoñas.
Como si de una aparición se tratase todos rodeamos esa figura
envuelta en un traje demasiado fino para el clima de Londres, a la
que no le dejamos quitarse ni el sombrero y que no daba abasto para
mirar en todas las direcciones. Las manos de Victoria asían las
suyas como eslabones indisolubles, María del Carmen se abrazaba a
las piernas de su madre, Julen guardaba una discreta segunda fila y
nosotras, ni siquiera sabíamos qué hacer. Las cosas se fueron
calmando paulatinamente y hubo tiempo para el sosiego. Dejó una
bolsa que estimé muy ligera para una estancia perdurable. Colgó el
sombrero en la percha de la entrada y tomando a Victoria del brazo se
sentó en un gastado sillón de la sala. Miraba emocionado a su hija,
quien perpleja se dejaba hacer más llena de curiosidad que de afecto
hacia aquel al que debía llamar papá. En su desconocido rostro se
percibían matices de la niña, el color del pelo y el brillo de sus ojos, la
blanquecina piel y un cierto aire ausente. El tiempo transcurrió
raudo en una conversación ágil que nos llevó desde España a los
campos de Francia y desde allí a las calles de París, para desde el
Canal de la Mancha, cruzar a tierras londinenses. Aparecieron nombres
de camaradas, unos vivos, otros muertos, así como lugares de los que
no había oído hablar. Nosotras nos pisábamos la conversación y
narrábamos estos aciagos años que nos había tocado vivir. Los
pequeños no conocían otras circunstancias, pero al menos yo,
todavía recordaba una vida feliz en un cercano pasado. Lloré
contemplando una familia recompuesta cuando la mía había sido hecha
pedazos. Me refugié en Julen, tan huérfano como yo en esos
instantes y quizás nunca nuestra cercanía fue tan palpable. Andrew
había abierto un abismo que nos costaría cruzar y vi a un niño
desvalido que debía ser consolado.
Entrevistador: ¿Volvió
a verlo antes de su partida?
Suri: Los bombardeos
prosiguieron durante semanas; y en los días siguientes no estuvimos
cerca del East End por lo que Andrew desapareció de nuestras vidas,
como había llegado, como un espectro surgido de las sombras. Algo
nos contaría Victoria. Pero de eso ya no fui testigo.
Este
fragmento es cuanto pudo rescatar Margot. No obstante se lucha en el
laboratorio para recomponer los pedazos de su continuación. La
promesa de que me la hará llegar si obtiene éxito me llena de
esperanza. Al otro lado del océano se ha establecido un vínculo con
Victoria. Seguimos ávidos de su historia. Rebuscaré en el libro de
sus cartas por hallar la promesa de su resurrección.
Oh qué rica¡ Me encantan las tartas de queso. Muchas gracias por la receta. Un beso
ResponderEliminar¡Hola Ángeles! Menuda tarta de queso. La preferida de mi marido que no es muy dulcero. Yo le echaría nata por encima, jajaja. Muchos besooos y gracias por tu visita.
ResponderEliminarHas pensado escribir un libro??? Seguro que más de uno te lo dice...anímate!!
ResponderEliminarUn besito
Madre mía que pinta! Eres aragonesa??
ResponderEliminarAngeles, no me digas que estás por allí?, que envidia. Lo conozco y es una maravilla. Adoro el Románico de la zona y la Estación de Canfranc.
ResponderEliminarLa tarta cae este fin de semana, si o si.
Un besazo
Vir
Mmmmm, me encantan las tartas de queso, y esta si que parece sencilla. Qué buena pinta, con tu permiso me la apunto para hacerla en cuanto pueda. Un besico y gracias.
ResponderEliminarVim desejar um Bom Fim de Semana e me deparo com esta Delicia ‘8)
ResponderEliminarTomei nota e vou fazer em breve.
Beijos Márcia (Rio de Janeiro - Brasil)
http://decolherpracolher.blogspot.com
Fantástica! Menuda pinta.
ResponderEliminarMuchos besos
Que emoción me has regalado Angeles!!!
ResponderEliminarNo lo podia creer, lo leia y volvia a leer.Primero fue desconcierto, luego alegria y hasta se me aguaron los ojos y me impedia seguir con la lectura. Muchas gracias por el regalo ! Ten la certeza que seguire buscando en mi memoria (tú imaginación)mas fragmentos de esta linda historia que como en toda receta puede estar compuesta de misteriosos ingredientes ....
Cariños
Margot Salinas (Angeles)
(Angeles )
¡Qué rica la tarta! A mí me encanta la tarta de queso pero la única que me atrevo a preparar es la que indica la receta del queso de untar que suelo comprar. Pero es que ésta no puede ser más sencilla... La voy a probar en los próximos días.
ResponderEliminarEl relato sigue siendo un vicio. Espero cada viernes con cierta ansiedad.
Bss.
Madremia tiene un corte precioso! Tiene una consistencia perfectaaaa!! Que haambre por dios!
ResponderEliminarBesos dulces!
Adoro la tarta de queso, yo diría que es mi postre favorito...me gusta en todas sus versiones, pero ésta así más tradicional que la New York me requeteencanta jeje. Muac
ResponderEliminarTiene que estar deliciosa. me la punto.
ResponderEliminarUn beso.
Dulces y relatos... Puede haber algo en el mundo mejor?
ResponderEliminarMe quedo por aquí, sospecho que me vas a deparar muchos momentos dulces.
B7s!
Que buena te ha quedado, y las fotos fantásticas. Enhorabuena por tu blog me ha encantado, por aqui me quedo de seguidora. Estás invitada al mio http://lacajadelasdelicias.blogspot.com.es/. Un beso
ResponderEliminarAngeles muy buena esta receta.
ResponderEliminarAy Ángeles, que delicia esta tara de queso, te ha quedado fabulosa!!!
ResponderEliminarUn besote!
Noemi de Merengue y Frambuesa
Qué buena pinta!!!
ResponderEliminarMe encantan las tartas de queso y esta facilita...más...jajaja
un abrazo,
CUANDO DICES QUESO FRESCO, TE REFIERES AL QUESO DE CABRA O AL QUESO TIPO PHILADELFIA??
ResponderEliminarGRACIAS
Me refiero al queso de tipo Burgos, aunque en alguna ocasión también la hemos hecho con requesón. Cambia la textura.
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