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jueves, 15 de agosto de 2013

Tarta de almendras sin gluten (con chocolate blanco y ron)

Hoy me deja el relato un poso agridulce que me encierra en la cocina para sacudirme la melancolía. Haciendo esta receta rememoro los felices momentos que me aportan las almendras y el chocolate blanco cuando las hago bailar al unísono y el resultado es tan fabuloso como estos trocitos de cielo en que se ha convertido mi tarta. Seguid leyendo y sabed para quién va dedicada y por qué.




Ingredientes:
-150 gr de mantequilla a temperatura ambiente
-225 gr chocolate blanco
-225 gr de almendra molida o harina de almendra
-200 gr de azúcar (250 gr si usáis chocolate negro)
-6 huevos
-2 cucharadas de ron
-zumo de una naranja

La elaboración no puede ser más sencilla, y el resultado espectacular, una tarta húmeda con sabor a mazapán y los matices del zumo de naranja con el ron. 

Precalentamos el horno a 180 grados.
Ponemos todos los ingredientes en un recipiente y batimos con una batidora normal hasta integrar todo. Vertemos en un molde, en mi caso cuadrado de 21 cm de lado, previamente engrasado y cubierta la base con papel de hornear. Llevamos al horno durante 40 minutos aproximadamente (como siempre dependerá de cada horno) a 180 grados.


Margot llega a nuestro hotel cuando ya tenemos las maletas en el pasillo y nos afanamos en no olvidar las engorrosas documentaciones, los billetes de avión y los pequeños enseres del baño. Apretadas en un pequeño espacio la observamos parada en el dintel de la puerta, aguardando con un rictus triste en el semblante. Como no puede ser de otro modo, todas sentimos esta separación inminente.. Nos queda alguna hora hasta la salida del vuelo y nos invita en la cafetería del hotel antes de llevarnos en su coche hasta el aeropuerto. Lleva en bandolera un portátil y en la mano un pen drive con los últimos retazos de una conversación que quedó en el aire. Se muestra tímida ahora que la soledad amenaza con interrumpir la historia iniciada y se aferra como una posesa al interés que despiertan sus descubrimientos. Carlota se acerca hasta ella con una sonrisa abierta y le tiende los brazos para besarla en ambas mejillas, apenas sus labios rozan sus oídos le susurra: “por si no te has dado cuenta ya somos tres en esta locura a través del tiempo. Con tu esfuerzo nos has dado alas para seguir más allá de la distancia en pos de una quimera. Un día u otro este trabajo dará sus frutos y todo te lo deberemos a ti”. Margot se ha abrazado con fuerza y poco a poco me he unido a ellas en una piña solidaria. Venga, venga, -dice Carlota frotándose los ojos con un pañuelo de papel,- o no llegaremos nunca al aeropuerto. Pero para ese instante todas estamos llorando. Hemos dejado atrás una ciudad ansiosa de un sol naciente y una persona agitando vanamente su mano tras los ciegos ventanales de Ezeiza. Cierro los ojos intentando dormir, pero es la voz de Suri surgida del estudio de Margot la que me mantiene en vela:

 Entrev. ¿Va a decirme por fin por qué se marchó la Sra. Murray de Londres?
Suri: Por supuesto. Yo me enteré tiempo después. Nadie de nuestro entorno sabía a ciencia cierta su paradero. Y aunque nos llegaba alguna carta aislada desde ciudades de Europa, no nos cabía duda de que su presencia estaba donde pudiese ser de ayuda. Mucho tiempo después de su partida, cuando nuestras esperanzas se habían desvanecido, se lo confesó a Victoria. Lo recuerdo como si
sus palabras hubiesen sido grabadas a fuego en mi memoria. Y aquél fue el día más triste de mi existencia.
“Venía mascullando mi partida desde que Ian Karsky me habló de Varsovia y de lo que allí estaba ocurriendo. Comprenderéis que no dijese nada dada la incertidumbre de mi destino . Mi definitiva partida vino precedida de un terrible sueño que me atormentó repetidamente. En él, dos figuras acurrucadas, en cuclillas, desnudas, ocultando sus vergüenzas, con la columna vertebral muy marcada por su extrema delgadez y el pelo sucio y revuelto, me miraban con ojos implorantes mientras apenas audibles, pronunciaban sus nombres. Lo repetían insistentemente, Dignidad y Libertad, Dignidad y Libertad. Palabras denostadas. Di un respingo y súbitamente desperté de mis delirios nocturnos. Durante algún tiempo no pude olvidar sus palabras y pese a que sus figuras fueron difuminándose en mi memoria, creí vislumbrar una señal para mutar mi indolencia. Se me abrían las carnes viendo cómo gente como nosotras sufría al otro lado de las fronteras sin que nadie hiciese nada por evitarlo. Así empezó pues un corto pero intenso periplo que me llevaría a las puertas de Varsovia. Muchos serían los días en que parada frente a ese muro de tres metros deseé su extinción. Me inscribí en el Centro Epidemiológico con nombre suplantado y allí conocí a Irena Sendler.
Zegota era una red clandestina en la que nos integramos algunas personas del mundo libre para socorrer a los recluidos en el gueto de Varsovia y durante algunos meses mi vida dio un giro radical, colaborando con ángeles entregados a una labor que podría colocarles a los pies de la muerte pero que les daba una felicidad inusitada. La conocí en el hospital para enfermedades contagiosas afanada en un cometido de dimensiones extraordinarias. Jolanta, como se hacía llamar en la organización me abrió los ojos a un mundo de entrega a los demás que escapaba a mi comprensión. Por encima de su preocupación personal, de su integridad física y psíquica, se antepuso el trabajo por arrancar a niños pequeños de los brazos de la muerte. Una robusta mujer en la treintena, de pequeños pero vivaces ojos, cara ancha y labios gruesos, salía de su casa en la Varsovia ocupada para adentrarse en el corazón judío de la ciudad que amaba, sorteaba los obstáculos de la amenazadora presencia nazi y recorría las calles atestadas del gueto con la misión de buscar alivio a familias con niños pequeños, muchos de ellos lactantes, abocados a una realidad de pesadilla. Me fascinaron su determinación y su labor callada y misteriosa; la veía con su pequeña furgoneta cargada de sacos, cestos de basura, bolsas de patatas y cajas de herramientas cruzar los controles alemanes amparada en el miedo al contagio de los soldados, sin percatarme de que en el interior de cada recipiente, una vida renacía a la esperanza. Ocultos en pequeños fardos, entre útiles de trabajo, amparados por el grueso perro que ladraba insistente ante los uniformes nazis, los más pequeños del gueto dormían, en ocasiones sedados, hasta alcanzar una familia que les otorgase un futuro. Dentro del gueto quedaban los condenados, sin atisbo de esperanza; de modo que conscientemente entregaban a sus hijos para ofrecerles una oportunidad con gentes desconocidas, anónimos que suplantaron durante muchos años a unos padres biológicos que perecieron en masa entre los muros de una ciudad desahuciada. En los pequeños recesos que nos permitía la labor en el hospital, Jolanta me contó cómo escribía cada uno de esos nombres en pequeños papeles que introducía en tarros o botes de cristal. Jamás me dijo dónde los guardaba, ni yo se lo pregunté. Fueron cientos, quizás miles en un corto espacio de tiempo; hasta aquel abril de 1943 en que la sublevación del gueto se convirtió en una tragedia de enormes dimensiones.
Nuestra labor pasó a ser muy peligrosa y se vigilaba cada movimiento de quienes teníamos contacto con los judíos; al fin caímos en sus manos. Fuimos sometidas a torturas físicas de una crueldad inconcebible; nos fracturaron tobillos y rodillas, nos raparon y nos despojaron de la poca dignidad que nos quedaba. Sé que Irena jamás confesó su cometido ni dónde enterró el listado con sus conquistas. En la prisión de Pawiac se separaron nuestros caminos. Pensé que era un ángel caído en el infierno del nazismo. Mi destino sería muy distinto: Auschwitz. Aquí permanezco viva entre los muertos, aguardando una hora que se me antoja cercana.
Sé que en cierto modo os traicioné con mi partida, sobre todo a Suri, a la que de nuevo dejé huérfana. Te tiene a ti, Victoria, suplántame, como has venido haciendo en este tiempo de pesares y ejerce esa labor con la determinación mostrada hasta la fecha; estará en buenas manos. Si las fuerzas me acompañan volveré a escribir o quizás estás sean las últimas líneas que os lleguen. En cualquier caso, recordad que os he amado con todas mis fuerzas y guardad con cariño mi memoria.”

Se hizo el silencio; el rugido de los motores del boing 747 no podía  acallar los sollozos que me surgían a borbotones; Carlota disimulaba enfrascada en la lectura de una revista sin deslizar los ojos por el papel, más bien éstos permanecían clavados en el oscuro firmamento que nos envolvía, víctimas de los más funestos pesares. El paso de las horas y el silencio en la carlinga me fue concienciando de la suerte que tuvieron aquellos que conocieron a Annie Murray, y en cierto modo, también me sentí feliz por su determinación, su coraje, su cordura y su inmensa bondad. Sacrificó lo único de que disponía por dar una oportunidad a quienes se les había arrebatado. No pude evitar una sonrisa mientras elevaba una plegaria por su alma. Carlota se me acercó y con toda la dulzura de que fui capaz le recité el último fragmento que emitió la grabación de Margot:


Suri: “Cuando años más tarde pude visitar a Irena en una residencia de Varsovia ya estaba postrada en una silla de ruedas y su pelo había encanecido; en su rostro permanecía una sonrisa perenne y en sus ojos percibí una llama incombustible. Reconocí en sus ademanes a la madre que me devolvió a la vida y aunque sabía que la mía había perecido entre miles en un campo de exterminio, me abracé a Irena, deposité mi rostro en su regazo y dejé que mis lágrimas bañasen las palmas de sus manos.”


13 comentarios:

  1. pero que delicia al paladar y a la vista!
    Se miran tan delicioso!
    Proyecto Pastelito

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  2. MMMMMM, que pecado es esta receta, besos

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  3. Uhmmmm¡¡¡¡ Sabor a mazapán.... Con tu permiso , te la copio.
    Besos

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  4. Si, todas lloramos, que triste , muy triste.
    Gracias x compartir esta historia!!!!
    Esperare su regreso, esta vez en mi ciudad natal.
    Y sumo a esta tristeza, el no tener harina de almendras o almendras, insisto, deseo una anticipacion de los ingredientes!!!!!!! Como sacudo mi melancolia????
    Cariños


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  5. Esta cae para el cumple de hijo que es a comienzos de septiembre. Además mi sobrina es celiaca y le hará mucha ilusión.
    Pregunta Angeles: esta tarta sube mucho cuando se esta haciendo? Todavía recuerdo el grito que pego marido con la de queso de Castiello de Jaca. Es-pec-ta-cu-lar!!!!
    Un beso
    Vir

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    1. Hola Vir, sí sube, aunque no tanto como la de queso y al igual que la de queso después baja. Yo prefiero hornearla en molde de lados altos para evitar que se derrame.
      Si la haces para el cumple de hijo, sustituye el ron por un poco más de zumo de naranja y solucionado. También puedes sustituir el chocolate blanco por negro o con leche, a vuestro gusto.
      Un beso

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  6. Mmmm, comer esta tarta tiene que ser delito Ángeles, ja, ja. Mil gracias por la receta. Un besico.

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  7. Qué buena pinta. Tiene que estar riquísima.
    Saludos

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  8. ¡¡¡Hola Ángeles!!! Ya estamos de vuelta ¡Qué pena! que poco dura lo bueno. Ahora a la rutina, claro después de deshacer las maletas y poner las lavadoras ¡Menudo día me espera mañana! Poco a poco me iré poniendo al día. La tarta genial Pilu peque es celiaca, me viene que ni anillo al dedo. La historia de Carlota ni la he mirado que me tengo que poner al día de todo lo que me he perdido. Muchísimos besoooos http://40ytantas.blogspot.com

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  9. Estupenda receta, yo siempre tengo un par de ellas para celiacos porque cuando viene mi sobrino que es celiaco no gusta sacar dulce y se le ponga esa cara tristona. Así que me la archivo encantada. besos Mar ♥

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  10. Hola Angeles, encantada de conocerte preciosa! Y jolines, como llevo tanto tiempo sin conocer tu blog!!! Que maravilla!! Gracias por descubrirmelo, es todo un honor para mi, tenerte en el mio, jolines, el mio no está ni a tu altura! no sé ni como te fijaste!!! Que preciosidad de blog tienes, de fotos y de recetas!!! Me encanta todo :)
    Y que decirte de esta tarta de almendras... que rica por dios!! Me encanta!! Y encima sin gluten, de verdad, un 10 no, lo siguiente!! Felicidades preciosa!! Me encanta el sabor de la almendra en los postres, probaré tu receta! Un besito preciosa, me voy a dar una vuelta :)

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