Si cuando fuimos niños nos hubiesen preguntado por nuestra merienda favorita, muchos hubiésemos sido quienes sin dudar habríamos apostado por los donuts; son éstas dulces redondeces parte de nuestra infancia tanto como las batas a rayas y las carteras a la espalda. Y no obstante, mientras nosotros vamos cumpliendo años, ellos se mantienen imperturbables ocupando los anaqueles, ahora de las grandes superficies, antes de las pequeñas panaderías de barrio. Siempre iguales, siempre deliciosos. No busco recuerdos del pasado, sino emular ese característico sabor que le hizo inigualable y que hace que nos chupemos los dedos sin importar edad ni condición.
Después de haber intentado muchas, pero muchas recetas de donuts, os dejo la que más nos ha gustado en casa, la he obtenido del blog Uno de dos, aunque le he hecho pequeñas modificaciones. No hemos obtenido el mismo sabor de la marca comercial que todos conocemos, pero en casa los han preferido.
Para la receta de hoy igual que si de un pan se tratara, vamos a necesitar de dos preparaciones. La primera un prefermento o poolish que nos ayudará a dar cuerpo y sabor a nuestra masa y la segunda la masa propiamente dicha a la que añadiremos nuestro poolish.
Vamos con ella.
Ingredientes:
Con estas cantidades salen 16 donutsPara el poolish:
-120 gramos de harina de fuerza
-120 gramos de leche tibia
-10 gramos de levadura fresca de panadería (la venden en la sección de refrigerados en supermercados)
Mezclamos la levadura con la harina frotando con las manos hasta deshacerla, añadimos la leche, mezclamos bien y dejamos reposar en un recipiente cubierto con film transparente durante 1 hora aproximadamente (hasta que veamos que se han formado burbujas, esto quiere decir que nuestro fermento está activo)
Para la masa:
-350 gramos de harina de fuerza
-el poolish preparado con anterioridad
-una pizca de sal
-80 gramos de leche
- 75 gramos de azúcar
-2 cucharadas de miel suave
-1/2 cucharadita de canela en polvo (opcional)
-1/2 cucharadita de pasta de vainilla (opcional)
-3 huevos M
-80 gramos de mantequilla pomada (a temperatura ambiente)
Mezclamos todos los ingredientes excepto la mantequilla y amasamos a mano o con amasadora hasta conseguir una masa fina y elástica, (aunque al principio resulte difícil de creer, se consigue en unos 10 minutos aproximadamente sin parar de amasar).
Es entonces cuando añadiremos la mantequilla y seguiremos amasando hasta tener una masa suave y elástica de nuevo. Podéis utilizar el método de Richard Bertinet que os contaba aquí (a mi es el que más me gusta) o hacerlo como os resulte más sencillo, la cuestión es amasar.
Hacemos una bola con nuestra masa y dejamos reposar en un recipiente aceitado y cubierto con film transparente hasta que doble su volumen (en mi caso 40 minutos, pero variará en función de la temperatura de la cocina). Es en este momento cuando podemos meter la masa a la nevera hasta el día siguiente. Podemos dejar esta preparación lista por la noche y al día siguiente solo tendremos que sacar la masa un ratito a temperatura ambiente (cuando haya doblado su volumen respecto al momento en que la pusimos en el bol estará lista para darle forma).
Amasamos ligeramente y estiramos con un rodillo hasta dejarla de un grosor de 1,5 cms aproximadamente. Cortamos nuestros donuts con el cortador o sino tenemos utilizaremos un vaso (para la circunferencia exterior) y un tapón de botella (para la interior).
Los restos de masa los volvemos a amasar y a recortar.
Los restos de masa los volvemos a amasar y a recortar.
Los colocamos sobre papel de hornear cortado en cuadrados del tamaño aproximado de los donuts, para después del levado poder freírlos sin tocarlos prácticamente. Dejamos levar de nuevo hasta que doblen su volumen (40 minutos aproximadamente).
Ponemos abundante aceite de girasol a calentar y cuando esté listo los vamos friendo, llevamos el donuts cogido del papel y lo volcamos sobre el aceite caliente, apoyando el donuts ligeramente sobre una cuchara de madera para que el aceite no salpique. Los freímos de tres en tres y cuando estén ligeramente doraditos (1 minuto aproximadamente por cada lado), sacamos y dejamos escurrir sobre papel absorbente.
Para el glaseado:
-250 gramos de azúcar glas
-10 cucharadas soperas de agua (aproximadamente)
Mezclamos el azúcar con el agua y removemos hasta obtener un glaseado sin grumos. Pasamos nuestros donuts por el glaseado y dejamos escurrir sobre una rejilla (sirve la del horno) bajo la cual colocaremos papel de hornear para que vaya cayendo el sobrante.
Dejamos secar y tenemos nuestros donuts caseros listos para degustar.
Y después de comernos un donuts (o dos) vamos con nuestro relato.
Los
mensajes de Carlota nos van llegando pausadamente en los todavía
largos días de agosto en que languidecemos al sol adquiriendo un
suave bronceado. Estos pocos días de asueto los dedico a disfrutar
con el juego de los niños, a las charlas tranquilas con mi marido y
a la lectura de textos atrasados. Son mensajes cortos de alguien que
se aclimata a una nueva existencia, adaptándose a una nueva piel, en
un entorno diferente, con las constantes trabas de un idioma no lo
suficientemente fluido y un clima al que cuesta acostumbrarse. James
se ha entregado con vehemencia en facilitar los nuevos pasos de
Carlota y durante estos primeros días se afana en acompañarla,
llevarla de la mano mostrándola sus rincones queridos, sus lugares y
personas favoritas en una ciudad que atrapa cuanto llega. Me extraña
a mí, y yo la extraño a ella. Pese a la constante comunicación
echo mucho de menos sus gestos, sus altisonantes palabras, sus
graciosos desplantes. Arrancada de mi lado no puedo dejar de
recordarla, más si cabe que cuando estaba a nuestro alcance;
perentoriamente me exige la mantenga informada de las cartas de
Victoria, y me promete contarme cuanto descubra a través de James
del pasado de Suri. De momento rehuye el tema porque le duele el
recuerdo, pero no duda Carlota que la perseverancia dará sus frutos
y que el cariño latente se encargará de acercar esa figura víctima
de las circunstancias que cambió el rumbo de su vida persiguiendo un
mundo mejor y un amor que la añoraba. Debo dejarla por ahora, como
hago con una Margot enfrascada en sus quehaceres.
Abierto
el libro de Victoria veo con ligera sorpresa un salto temporal de
relevancia. Imperceptible se manifiesta un folio cuidadosamente
doblado insertado entre las páginas que una y otra vez releo
buscando una línea cronológica menos dilatada. No sé cómo no ha
caído de su reducto con tanto vaivén como ha tenido el texto, pero
ahí sigue, incrustado en el lomo, con las esquinas gastadas y la
letra algo borrosa. Lo desdoblo con miedo a su fractura y al punto
comprendo su espíritu solitario, pues no es de Victoria, sino de
Andrew. Sin duda recibido en los mediados de 1944, una vez producido
en desembarco aliado en Francia. No puedo leerla en solitario, así
que corro apresurada hasta la habitación del hotel donde nos
alojamos, llamo a Carlota hasta que doy con ella y puesto el manos
libres leo:
Querida
Victoria:
Poco
a poco la vida nos va quitando esos pedacitos de cielo que con
parsimonia y dedicación hemos ido conquistando a lo largo de los
días. A tí te sustrajo a Annie y a mí me ha quitado a Madeleine.
Si no te he hablado de ella ha sido por lo frágil de su seguridad y
lo que implicaba su posible detención. Finalmente su captura ha
puesto patas arriba el entramado de documentación donde desde hacía
años estaba inmersa. Ahora, que lo veo con mayor sosiego desde lugar
seguro, me apena que tan corto intervalo no le haya proporcionado una
posibilidad de perduración y que con las tropas aliadas a las
puertas su futuro sea cuando menos poco esperanzador. Tantas veces
hablé con ella del Perú mientras con mano firme rellenaba
pasaportes falsos para paracaidistas infiltrados o judíos
condenados, que me contagió su inquebrantable fe, su perenne sonrisa
y su tenacidad ilimitada. Sé que guardará silencio en la tortura y
que allá donde los fracturados huesos la lleven la acompañará la
alegría de vivir y el auxilio a los desfavorecidos. Ojalá donde se
halle, Madeleine Truel pueda ver la llegada de la libertad
representada por exhaustos ejércitos penetrando en las calles de
París.
Por
ese motivo mis cartas se han dilatado y he debido huir bajo las
cloacas en los días convulsos previos al advenimiento de la división
Leclerc. Como uno más me he unido a un movimiento enérgico, nacido
de las propias entrañas del pueblo, que sacudido su sometimiento ha
querido formar obra y parte de la expulsión de un enemigo en franco
declive. Cerrado el cabaret, ahuyentado el poco público que quedaba,
he visto salir por piernas de la ciudad a aquellos que se unieron al
calor de los uniformes y que han visto peligrar sus mismas vidas
cuando el grueso de las tropas se repliegan. Algunos se parapetan en
sus casas, otros cargan con cuanto pueden sus lujosos coches buscando
territorios afines; y también los hay que abandonan los trajes de
lino y las corbatas de seda para enfundarse un mono de trabajo y
confundirse entre un gentío exaltado y triunfador. Hay quien es
descubierto y la suerte le es esquiva, otros muchos hunden en el
fango las miradas para que las viseras de sus gorras tapen sus
miserias. Temo por las mujeres, sacadas a rastras de sus habitáculos,
conducidas a tribunales populares que condenan su fidelidad a un
régimen enemigo de Francia, y son vejadas, vilipendiadas,
insultadas; rapadas las melenas son abandonadas al juicio de un
pueblo que las reconoce entre la masa y que zahiere su desvergüenza.
Hace unas horas reinas de una fiesta interminable, hoy recogen mondas
de patatas en busca de alimento con que saciar un apetito de ostras y
caviar. Debo repudiarlo y sin embargo, entiendo con dolor el
embrutecimiento de los grupos desordenados que vagan por las calles
solicitando adeptos a sus filas. Muchos de ellos, maridos, padres,
hijos, de mujeres entregadas al lado equivocado, ahora la fiebre
enerva sus intenciones y sin cortapisas, amparados en un anonimato
libertario, lanzan la piedra sobre una posición mal entendida. Y
entre ellos, arrimando el hombro para formar las barricadas con que
defender las calles, como hicieramos en el East End, coloco adoquín
sobre adoquín, hasta levantar un muro que frene el empeño
destructor de los tanques alemanes. Pocos van quedando pero su poder
intimidatorio está incólume y en cada rincón donde se asientan, el
terror se generaliza. Echo la vista a mis espaldas y veo crecer como
una horda el volumen de los que sacudido el miedo en sus hogares, ya
no temen por sus vidas y aparecen ebrios de justicia ocupando los
resquicios de una ciudad sacudida por una explosión de ira que habrá
de llevarla a la libertad. Han sido días duros de una tensa espera
auscultando un cielo donde de cuando en cuando aviones aliados nos
han recordado su presencia, en que ráfagas de fuego han surcado la
noche buscando la carne en la que hundirse. Y no obstante, ha
merecido la pena; han llegado los tanques adornados de banderas
tricolor y cubiertos de flores; sobre cada carro se arraciman
hombres, mujeres y niños abrazando a los miembros de la dotación.
En los soportales se aplaude y se lanzan besos al aire entre vítores
y fanfarrias, lloran los adultos en las aceras al triunfante paso
del General de Gaulle. Defendiendo las calles vacías de la capital
he dejado vagar la retina por los edificos colindantes. Tras los
visillos, tímidas miradas desafían un horizonte en llamas y saludan
trémulas a los pocos viandantes que cruzan las aceras. En una de
ellas, quizás fruto de un delirio he visto la sonrisa franca de
Annie asida de la mano de Madeleine; y tras ellas, Camus, Sartre,
Heller y otros muchos brindando por el triunfo de la fe. Acabado el
parpadeo he vuelto a mirar y cerradas las contraventanas, bajadas las
persianas, he tenido que rendirme a la evidencia. Pero, ¿quién
sabe? Tal vez ese mensaje dejado por quienes tanto han dado ha sido
el que ha calado en el colectivo de la gente, y en cada rostro que me
cruzo tras los sacos terreros, se asomen los héroes que perdimos.
Desde el amor infinito, París ventisiete de agosto de 1944.
Imagino
cuando nos narran hechos de la guerra los rostros de las gentes que
las vivieron y percibo bajo los cascos de soldados agobiados por la
lucha cotidiana la sonrisa de los que entran en una ciudad en loor de
multitudes, adorados como dioses redentores de una población que
ansiaba ese momento en cada despertar. Ese hormigueo constante de
gente saliendo de la oscuridad siniestra de una ciudad lóbrega,
aspirando bocanadas de luz en un día de agosto, reduciendo a cenizas
los rescoldos del opresor, envalentonados como jauría humana con los
gritos de los triunfadores. Besos y rosas saliendo de la alegría
desbordada hasta caer rendidos por la emoción mayúscula de la
victoria. Carlota ha comenzado a reír al otro lado del auricular y
me contagia esa risa sorda de quienes se hacen partícipes de glorias
pasadas. Aún sabiendo el final nos arrogamos la posibilidad de ser
felices pensando a salvo a nuestros seres tan queridos. Recluido el
animal, la paz y el silencio sin duda se adueñarán de las calles de
Londres y París, donde residen las almas puras de héroes olvidados.
Y pese a no verla, comprendo que Victoria abrace a Suri, atenace a
Julen con sus fuertes brazos y bese sin control a María del Carmen,
una vez recibida la noticia. Sólo queda aguardar el ansiado regreso,
que Andrew llene el hueco dejado por la amiga. No será pronto, pero
ya no hay punto de retorno. Carlota se despide desde la línea
contínua de su vida, quizás tan sólo vuelva de visita, pero aquí
estará, pegada a mi existencia como mi misma piel.
Mmm tienen una pinta deliciosa. Seguro que están de muerte¡
ResponderEliminarBesos
Confieso que sigue siendo uno de mis dulces preferidos. Por supuesto el de azúcar…
ResponderEliminarEl aspecto de los tuyos: INMEJORABLE!!!
Vir
Uuuuau pedazos donuts!!! Me encantan!!! Que delicia chiquilla, me encantaria poder coger unos cuantos para desayunar! Eso si.. son un pecado para la operacion bikini!! Me encanta!!! Un besito guapa
ResponderEliminaruyuyuyuy, que ricas, mmmmmm besos
ResponderEliminarTe han quedado fantásticos, madre mia aún estoy alucinando al verlos, de verdad! Hace cosa de dos meses intenté hacerlos en casa y acabaron en la basura, no me gustaron nada. Tengo que probar tu receta, a ver si "el que la sigue a consigue"!!!
ResponderEliminarMil besos
He probado a hacerlas... madre mia, que buenos estaban!!!
ResponderEliminarTe he dejado una cosa en http://dulcemundodevero.blogspot.com.es/2013/08/premio-best-blog-me-lo-han-dado.html
espero te guste
un beso
Que bueno que compartas esta receta la apunto ya!!besos
ResponderEliminardezazu.blogspot.com.es
Te han quedado genial, las fotos son preciosas! Me llevo un par con tu permiso (porque los donuts se comen de dos en dos, jajajja). Bikiños
ResponderEliminarMe ha encantado tu receta. Menuda pinta ¡¡¡¡
ResponderEliminarCreo que me voy a animar asi que me llevo tu receta.
Besos.
Mercedes
Vaya donuts ricos que has preparado. Me los llevaba ahora mismo para desayunar mañana. Seguro que están deliciosos. Un besazo.
ResponderEliminarUmmmm pero que pinta madre mia!! deliciosos!!
ResponderEliminarMe hubiera gustado ya tener uno en la mano para leer tu relato, para el próximo capitulo igual los hago.
ResponderEliminar.
Besos
Raquel
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Me llevo uno para el desayuno de mañana.
ResponderEliminarUna delicia de postre, merienda o desayuno! Tienes razón, era el dulce favorito de la infancia, tienen una pinta tremenda con el glaseado por encima... Gracias por compartir la receta, besos :)
ResponderEliminarSe ven super buenos, una perdición. Gracias
ResponderEliminarTodo me cautiva... Y siempre es lo mismo, no se que me gusta mas, si la receta, las fotos vivas, o el relato!!!
ResponderEliminarTodo te envuelve y te transporta, es un regalo para los sentidos!!!!
Los felicito!!!
cariños de Margot y mios!!!
Acabo de descubrirte y por aquí me quedo después de ver esta magnífica receta de donuts. Tienen una pinta excelente.
ResponderEliminarYo hago una receta parecida pero con algún que otro ligero cambio.
Besos.....
Me encantan tus fotos! Qué limpias y luminosas! Te acabo de conocer por el twitter, un abrazo!
ResponderEliminarDa gusto verlos, claro más comernoslos ¡¡¡claro!!! Te han quedado de pastelería. No se que tendrá el donuts que aún hoy es la merienda preferida de muchos, incluyéndonos a mi hijo Peter y a mí, jajaja. Llevo mucho retraso en la historia de Carlota así que como tengo que continuar cuando lo dejé, me daré la panzada el fin de semana. Esta semana con los preparativos del cole, uniformes, forrar libros, compras de última hora, voy retrasadísima en todo. Besooos http://40ytantas.blogspot.com
ResponderEliminarMataría por uno ahora mismo. Espectacular. Un beso!
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