viernes, 5 de julio de 2013

Galletas decoradas de ciclistas


Cuando mi marido me intenta convencer de lo adictivo de la bicicleta en cualquiera de sus actividades le tomo por loco; levantarse al alba, salir al ocaso, sólo o en grupo; cualquier momento le parece apropiado. Cierto que cada fin de semana, desde el balcón de la alcoba puedo ver pasar en largas romerías a los esforzados ciclistas enfundados en sus vistosos maillots, entusiastas y orgullosos de sencillas proezas.  No descarté pués la idea de plasmar en mi más modesta actividad la sonrisa perenne de quien no ceja en dar pedalada tras pedalada sin meta aparente y con la única recompensa de su satisfacción personal. Con estas galletas he alcanzado el mismo punto. Divertíos en la cocina o en los caminos, cualquier excusa es buena.





La receta de la masa la tenéis aquí y la de la glasa aquí.



Es el verano la estación del recuerdo. Sin duda nuestras primeras sensaciones nacieron en las tardes de pueblos pequeños, en los paseos entre los castaños o sobre la mullida arena de la playa. Volvemos sin pudor al tiempo de las chanclas y la crema solar, a las mejillas sonrosadas y los hombros quemados. Desde la distancia, instalada en la ciudad que todo lo engulle, no puedo sustraerme a la misma emoción cuando mis propios hijos, cierto que con atuendos distintos, realizan tan parecidas actividades a las de mi niñez. Ese ciclo me hace concebir la esperanza de un género que palpita con fuerza pese a las trabazones de un siglo lleno de incertidumbres. Como la de Carlota, buscando su destino entre salas de espera en aeropuertos atestados, en estaciones lúgubres de impersonales trenes, en las paradas de taxi bajo el sol inclemente. Como la mía misma, trazando un destino de corto plazo, de acciones instantáneas, con el horizonte difuso de la duda. Y si así sucede en la placidez de un julio de ritmo bajo en que cada uno se desenvuelve a salto de mata, procurando que el orden no se le venga abajo, ¿qué ocurrió con quienes padecieron el yugo de una tiranía tan brutal como una guerra? Deberíamos reír sin descanso por una dicha obtenida sobre las ascuas de nuestros ancestros, y no lamernos las heridas de continuo, víctimas de un tiempo duro, sí, pero no verdugo. 
Su llamada desde Londres me ha devuelto al mundo de Victoria, a veces confuso con el mío, y desde Hyde Park ha sonado su voz de mujer enamorada. Me habla de boutiques y zapaterías llenas con las ofertas de un verano incipiente. Las barcas se deslizan por el lago Serpentine camino a Kensington Park, y con las piernas cruzadas sobre el verde césped, bajo la sombra del plátano, me narra el deseo primigenio de un beso robado a la madurez. Sin duda siento más vergüenza yo que ella, pues en la distancia observo con pudor dos adultos que se arrullan entre los tilos y me sonrojo. La hago callar y ella se ríe y me pide, puesto que no puede hacerlo de otra manera que le hable de Victoria. 
Con alegría retomo su relato, jamás más a cuento que hoy, en el mismo escenario, en cuadros parecidos. Carlota lo recreará con precisión de testigo, yo me conformaré con idealizar lo que de por sí es lo más bello del mundo. Imposto la voz y empiezo.

Querido Andrew:
Nos hemos reunido en el salón de casa, cada uno con sus escasos alimentos semanales y al ver la escasez de existencias nos hemos echado a reir. Ha sido algo balsámico. Hacía tanto tiempo que no sonaban las risas por la casa que por poco no paramos. Los vecinos se han apresurado a llamar asustados, pero al ver nuestra agitación y el motivo de la hilaridad se han unido a nuestras carcajadas formando un coro surrealista. Son tan escasos los víveres que cada día nuestras figuras se muestran más gráciles. Con lo que he podido reunir y mucha imaginación – unas pocas salchicas, algo de azúcar, muy poca manteca y margarina, así como unos polvos de té, hemos hecho unos sandwiches, llenado la cesta de pic-nic, apresado una manta y asomados a la ventana y viendo el soleado día que ha salido pese al frío, hemos tomado el urbano y encaminado nuestros cuerpos hasta Hyde Park. Los chicos agradecen esos instantes de correrías y juegos al abrigo de una ciudad que por el momento se mantiene tranquila. Han aprovechado para charlas con sus amigos, para intercambiar cromos, chapas, canicas o quién sabe qué. Desde el alfombrado suelo, con la manta bajo nuestros traseros, Annie, Suri y yo hemos podido departir un rato entre mujeres. 
La aflicción de Suri nos tiene compungidas. En parte la salida ha sido motivada por su mala alimentación; cada día come menos y se consume en los recuerdos de Sasha. ¡Diós quiera que no le pase nada y vuelvan a encontrarse en el futuro! Nos es tremendamente difícil levantarle el ánimo, teniendo en cuenta que vaga por la casa con un suspiro permanente en los labios y que tan apenas sale de su habitación para ayudar en silencio en las tareas domésticas o para dejarse caer lánguidamente en los sillones. Así que decididamente esta salida debe servir para que cobre fuerzas. Intento mire en nosotros su reflejo, pero debes darme argumentos de que Sasha no se haido para siempre; la he convencido de que tarde o temprano esto acabará y las personas que todavía puedan hacerlo buscarán el modo de reencontrarse. Para ello no debes cerrar el vínculo que tengas con él, mantén los lazos que nos sirvan para no perder su pista, si como creo, también él bebe los vientos por esta chiquilla. Después de tanto padecimiento, cuando parecían atisbar un rayo de esperanza, te lo llevas; entiendo que amparado en el anonimato de algo secreto, pero nos dejas sin una despedida que sirva de puente hacia el futuro. Tiéndela ahora aunque sea en la distancia. Recuerda nuestra dura separación y su infausto recuerdo, y ten un poco de piedad. Con confianza ciega te lo rogué.
Y de repente, fruto de un sortilegio, como una sombra, agazapado tras unos arbustos, emergió una figura de sobras conocida. La cara de Suri se transformó; donde los surcos de las lágrimas parecían dejar huellas imborrables, surgió la tersura de una piel enrojecida; donde la voz callaba mellada por el llanto, surgió un chillido espontáneo que nos sobresaltó. Brincó como un resorte y corrió descalza por la hierba hasta que llegó a su altura. Se paró ante él. Lentamente se dío cuenta de que el mundo no se había detenido y que eran muchos los ojos que la observaban. Tímidamente, tendió una mano para que la cojiese Sasha, y a pesar de la distancia, sentí su estremecimiento como si fuese mi misma mano, mi misma piel. Annie dejó asomar una lágrima. No pudo reprenderla. ¿Qué sería de nosotros en tiempos de tribulaciones si atendiesemos a menudencias del qué dirán? Los llamó y les invitó a pasear con cierta distancia. Tú no viniste, pero dejaste tu regalo. Al fin pudieron despedirse. Fue la tarde un fugaz relámpago en la existencia de nuestra amada Suri; pero ese fogonazo le dio la ilusión que se había desvanecido, le devolvió la esperanza en una vida que merece la pena cuando el amor se cruza en nuestro paso. Intenté hacérselo entender con las palabras, pero hasta que no ha posado sus pupilas en Sasha, hasta que no ha notado su aliento, no ha sabido con certeza que su vida tiene un propósito y que ella es la dueña de su destino. Tuya hoy más que nunca, Victoria a 25 de octubre de 1942.


Como en un sueño Carlota me confirma que les ha visto alejarse camino del Palacio de Cristal, cogidos de la mano, la pareja por delante, timoratos; por detrás, el resto de la familia haciéndoles cortejo. Oigo a James que la tacha de loca con esos devaneos, pero en el fondo sus ojos buscan entre la muchedumbre un atisbo de su presencia, un fleco de la existencia de Victoria, hollando la misma tierra que ellos pisan, jalonados por el trinar de las aves bajo el cielo de Londres. Hasta pronto mi Carlota. Al menos tú no tendrás que despedirte.







13 comentarios:

  1. Chica escribes de maravilla, se me cae la baba con tus galletas y tus textos!
    Besos dulces!

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  2. Por Dios, se puede redactar mejor? madre mía cómo me gusta!!
    Las galletitas una monada, qué arte!!

    Besitos.
    Ana

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  3. Bonito relato y bonitas y coloristas galletas.., eres una artista.
    Abrazos.

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  4. Te han qudado geniales, estan muy logradas.
    Un saludo!

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  5. Qué gracia Ángeles otra cosa que tenemos en común¡ mi chico también es ciclista y siempre está detrás mía a ver si me animo con la bici, pero no me atrae ni un poquito ... yo estoy más a gusto en mi cocina haciendo galletas je je
    te ha quedado preciosas.
    Besos

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  6. Ay cómo te entiendo...mi marido no sólo es un loco de la bici, sino q es también campeón italiano de mountain bike...así q entre esta y la de carretera está más obsesionado casi q yo por el DIY...

    Un besito

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  7. Son monísimas las galletas. Lo bueno es que he tenido que mirar dos veces la bici porque tus galletas son tan reales que creí que la bici también era de galleta, jajaja. Luego a seguir con la historia que me encanta como escribes y me he enganchado. Besooos http://40ytantas.blogspot.com

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  8. Que hermoso todo, esos personajes que creaste acompañados de esos paisajes que dejaste enmarcados en las fotografias se ven tan reales, que los envidioooooo!
    Cuentale a Alberto, que x lo general extraigo de sus relatos algun parrafo que me conmueve x sentirme identificada o x querer identificarme ...
    Asi que guardo tus recetas y las de el! Jijiji
    Cariños

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  9. Me encantan tus redacciones! Da gusto venir a visitarte, querida Ángeles.
    Miles de besos y enhorabuena también por ts preciosas galletas sobre ruedas ;-)

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  10. Que galletas más monas. Te acabo de conocer a traves de otro blog y la verdad es que el tuyo el muy dulce y literario, me gusta!
    Un beso

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  11. Con estas galletas te has superado. por favooooooor, pero que cosa tan monaaaaaa! GENIALES, de verdad! Un beso

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  12. pero que cosa tan chula! que mérito le veo yo a estas cosas,tanta paciencia para hacerlas! pero con un resultado espectacular,son geniales....besos

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  13. Bueno Angeles, te confieso que no abro tu blog hasta que el cafelito o la taza del te no está en mi mano, me encanta relajarme en tu página donde unes mis pasiones la repostería y la literatura. un besito preciosa ♥

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