viernes, 24 de mayo de 2013

Coquillos de Retortillo (Salamanca)


Las tradiciones permanecen a lo largo del tiempo gracias a los mayores y a quienes sin descartar una apuesta por la modernidad encuentran en sus raices motivos para sentirse orgullosos. Así me ocurre cada vez que acudo a casa de mi tía Emilia y la observo manejarse en la cocina recuperando esos dulces que tanto me hicieron disfrutar de pequeña y que ahora redescubro para mayor alegría de mis hijos. Cuando hago estos coquillos procuro poner aparte de los ingredientes, todo ese cariño que solo ella sabe poner en cada postre que me enseña. Espero haber aprendido la lección y que se sienta satisfecha con el resultado.




Algo curioso de esta receta es que a pesar de su nombre no lleva coco entre sus ingredientes. A mi me recuerda mucho a algunos de los dulces tradicionales del norte de África, están deliciosos.
Salen aproximadamente 3 docenas, vamos con ellos.

Ingredientes:
-300 ml de agua
-1 cucharadita de anises
-1/2 cucharadita de cominos
-1 hoja de laurel
-cáscara de media naranja y medio limón (sin la parte blanca)
-250 ml de aceite de oliva suave
-1 cucharadita de maicena
-1 sobre de levadura
-harina, la que admita
-aceite de girasol para freir
-miel para pasar los coquillos una vez fritos

Poner a cocer el agua con los anises, cominos, laurel y cáscaras de limón y naranja, llevar a ebullición durante 5 minutos y dejar templar.
Una vez templada el agua añadir el aceite de oliva, la maicena, la levadura y harina hasta conseguir una masa manejable, pero blandita. Dejamos reposar 10 minutos.
Hacemos bolas del tamaño de una nuez y las aplastamos con la mano, enrollándolas sobre si mismas hasta formar pequeños rollitos (es importante no apretarlos demasiado). Una vez formados vamos friendo en abundante aceite caliente, dándoles la vuelta para que se hagan por todos sus lados, al sacarlos los dejaremos sobre papel absorbente y antes de que se enfríen los sumergimos en un bol con miel durante 10 segundos aproximadamente, sacamos y dejamos enfriar.
A continuación seguimos con nuestro relato.



Carlota ha venido hecha un basilisco; es tan visceral que a veces me pone nerviosa. Está encantada de la vida desde que casi pasa más tiempo en Londres que en España. Revolucionadas sus hormonas con la crisis de los cuarenta apenas encuentra sosiego en sus pocos instantes de soledad, así que con celeridad se ha presentado en casa para ponerse al día. Calmo su ímpetu y la invito a entrar antes de despertar la curiosidad en los vecinos. Toma asiento y me da cuenta de su indignación. ¡Ya no le quedan moscosos que gastar!. No tiene nada más que decirme. Cuando regresas a España tras unos días de estancia en el extranjero y abres los periódicos o enciendes el televisor en las horas de los noticiarios, se te abren las carnes. Corrupción, leyes intolerables, enfrentamientos políticos, desahucios,  parados. La leyenda negra nos persigue. Parecemos el país de tócame roque, aquí cada uno hace lo que le place a poco que tenga un margen mínimo de poder. Los banqueros van a la cárcel, los políticos debieran acompañarlos, los nobles ocupan las salas de los juzgados como simples delincuentes; incluso la monarquía está en entredicho. Y si los que más tienen se lían la manta a la cabeza y se arriesgan al escarnio y a la vergüenza por un puñado de billetes, qué no haremos el común de la gente. Comprendo a Carlota.
De un tiempo a esta parte intento hacer comprender a mi familia el valor de la honestidad, de la solidaridad, de la libertad. Justo todo aquello que se cercena cada día desde las más altas figuras de la sociedad y ellos me preguntan si está bien lo que leen o escuchan. Y yo, con cara de circunstancias, más dolida que extrañada, les digo que no. ¿Y por qué lo hacen? insisten. Sobre eso no tengo argumentos con los que hacerme entender. La educación, la formación y los valores los intentaré transmitir con dedicación. Tal vez no lo consiga. Pero en ello radicará mi éxito como madre.
Carlota entra en la letanía de la denuncia, en ese rosario de improperios hacia quienes nos hacen la vida más difícil. ¿Dónde quedaron la libertad crítica, la individualidad, el razonamiento?, ¿Dónde la espontaneidad, el interés y la autonomía? ¿Qué hacemos con nuestros jóvenes adocenados privados de propia voluntad? La ilusión por el conocimiento, por descubrir un mundo nuevo cada día, parece cosa del pasado. Y así, mirando por el retrovisor del tiempo, descubro en mi memoria las semejanzas con Victoria. Y esos primeros días a la vida.

Querido Andrew:
Poco a poco todo vuelve a su cauce. Tú permaneces lejos, pero vives, sin duda enamorado, tal cual evoco los instantes previos a tu partida. Annie, empachada de dolor, se entrega al trabajo para no pensar en Thomas; y yo faeno cada día más por un poco menos de recompensa.¡ Qué le vamos a hacer! La vida se ha puesto así y toca apechugar. El nuevo mes ha traído novedades que cuando menos dan alegría a nuestras míseras existencias. A vueltas con la educación y sus secuelas. Me temo que esta guerra suponga un atraso en los conocimientos de las nuevas generaciones, tal como ocurrió con las crisis financieras y la Gran Guerra apenas olvidada.
No obstante, hoy ha sido su primer día y tengo un nudo en el estómago. Veo a María del Carmen tan menuda. Con una cartera más grande que ella, sus gastados zapatos dando pequeños pasitos a lo largo de la calle. Las piernas al aire pese al fresco de la mañana y un cardigan adquirido en un mercado de segunda mano. He estirado su rebelde melena hasta hacerle unas coletas y le he puesto un sandwich para el almuerzo;he recuperado un viejo lápiz de la tahona, una goma mordisqueada y alguna pintura casi en su final. Observo desde algunos pasos atrás, su caminar alegre y desenfadado, sintiendo que algo importante está a punto de suceder. Atravesamos el Camino de las Enaguas (Peticoat Lane), salpicado de cientos de tenderetes a lo largo de las aceras; los comerciantes anunciando su mercancía, y los transeúntes deteniendo sus pasos con frecuencia para preguntar un precio, adquirir el género o rechazarlo. Los viejos libros, las prendas usadas, las pocas vituallas surgidas del mercado negro. Todo tiene un sitio en el comercio frenético surgido de la pausa de una guerra que se aleja hacia las estepas europeas. Hay un cierto alivio aunque sintamos pesadumbre por los pobres rusos. Con un régimen autoritario nacido del poder omnímodo de Stalin, sumidos en la más absoluta de las pobrezas, con epidemias y hambrunas insoportables, deben hacer frente a la maquinaria de guerra más poderosa del planeta; y hacerlo sólo con el valor de sus desnudas manos, para proteger lo poco que les queda. Tan sólo en su esperanza, tal vez llegue el invierno descarnado.
La escuela es un bloque de ladrillos rojos envejecidos, horadada de grietas y agujeros en su fachada, de amplios ventanales recubiertos de maderos, una techumbre deteriorada y aulas que huelen a moho y humedad. Y a pesar de todo, la sonrisa de la niña es exultante,  proporcional a mi tristeza al dejarla en manos de viejos maestros adornados de métodos antiguos y ancestrales costumbres. Nuevas generaciones de docentes marchan al frente o se entregan en las labores propias de la guerra, dejando en manos de ancianos de mirada torva el provenir de cientos de pequeños que todavía no han salido del seno materno. A su lado camina Julen, expectante ante nuevos compañeros, juegos y diversiones; se enfrentará a una lengua que apenas balbucea, a inteligibles textos y a oscuros presagios. Pero se le ve resuelto, no muestra enfado ni disgusto y aún se permite convenir a su hermana sobre cómo comportarse. Al otro lado, Suri les acompaña. Ella no entrará. Regresará junto a mi para trabajar duro en el obrador. La veo desviar la mirada hacia los puestos de ropa y me da pena no poder comprarle algún capricho. Lo apuntaré en cosas pendientes. Quizás tú puedas traernos sus primera medias desde París.
La niña va riendo todo el camino, ajena a lo que la espera: disciplina, mano dura y un esfuerzo ímprobo. Gracias a Dios he ido instruyéndola en las primeras letras y en el conocimiento de los números y se defiende con un lápiz en la mano, pues es constante y avispada. Los vecinos salen a nuestro encuentro en circunstancias parecidas y se arremolinan en torno a otros mocosos, unos riendo, los más llorando pegados a las faldas de sus madres. Los adultos nos ponemos al día en las noticias propias de estos tiempos. Pareciera que todo volviera a la vida tras el constante bombardeo de los meses pasados. Tan sólo las descompuestas fachadas de los edificios, las escombreras en las esquinas, las jambas sin puerta de los edificios y los mendigos buscando en la basura, nos recuerdan que esto es un paréntesis, que no debemos bajar la guardia y que al otro lado del mar, los nuestros siguen luchando con dedicación por una libertad que debemos preservar a toda costa.
Llegados a la verja de la escuela, el rostro de María del Carmen ha cambiado. Sujetos sus hombros por mis manos, cara a cara ambas llorando, como si nuestra separación fuera permanente, nos hemos fundido en un abrazo y a punto he estado de cambiar de idea. ¡Mi pobrecita! ¿Cómo va a resistir si no ha salido de mis faldas? Temo que si me vuelvo me desdiga de mi idea, así que avanzo unos pasos, me giro, y la veo desaparecer entre otros niños, altos, bajos, gordos o delgados; una enorme masa de ilusión sin maldad plagada de inocencia. Te tuviste que ir tan pronto. ¡Cuánto me hubiera gustado que nos hubieses acompañado en este día! Te recuerda, no temas. Te nombra muchas veces aunque le cuesta acostumbrarse. Ya ves cómo es el día a día. Apenas salimos de las bocas de metro y en el fragor de los combates, la vida resplandece. No te olvidamos, ni tan siquiera un instante. Tuya por siempre, Victoria. Londres 17 de octubre de 1941.

Al otro lado de la estancia, mi marido remueve unos papeles. Busca algo con frenesí. Ha escuchado atentamente, como Carlota, el relato. Algo le inquieta. De pronto exhala un suspiro de alivio. Para sacarnos de nuestro estupor, aclara:
De repente he recordado que en esas fechas se produjo un bombardeo en una escuela de Inglaterra. Mi alivio ha sido al descubrir que se trataba de la población de Petworth en el condado de Sussex. Y además se produjo el 29 de septiembre. En su escuela fallecieron 32 personas, de ellos 28 niños. Conmocionó a la opinión pública. También a mi.”
Por un lado nos tranquiliza sabiendo a nuestros protagonistas a salvo. Por otro, nos causa una honda tristeza por esos inocentes. El dolor no tiene tiempo ni edad; nos vamos dando cuenta. Carlota mete la cara entre sus manos, se apoya en sus rodillas para levantarse y sale cabizbaja. ¡Pues vaya – le dice a Alberto- podías habértelo callado! Y cierra la puerta tras de sí.


15 comentarios:

  1. Seguro que has conseguido superar a tu maestra o al menos igualarla.
    Buen fin de semana
    Blanca de JUEGO DE SABORES

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  2. mmm qué buena pinta tienen ¡
    Besos y buen fin de semana

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  3. Qué ricos!!! No había oído hablar nunca de ellos!!
    Besos

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  4. por suerte yo también tengo una 'tía Emilia' que me ha enseñado a hacer muchas cosas ricas! :)
    vivan las tradiciones dulzuriles! ;)

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  5. Y lamentablemente en nuestros tiempos no hace falta remover papeles para saber que continuan inocentes siendo presa de mentes enfermas, escudadas en ideologias religiosas o politicas....
    Alberto, excelente tu relato, el dolor como bien dices no tiene tiempo ni edad..al igual que el amor.
    Angeles, que buena receta. Pondre manos en la masa.
    Cariños
    Angeles

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  6. Angeles, lo has dicho al principio, para todo, sea dulce, salado y cualquier otra cosa hay que poner cariño…
    En cuanto a los coquillos, tienen una pinta estupenda, y llevan combinación de especias, bieeeeen. La hago seguro!!!.
    Tus recetas nunca defraudan, llevo hechas varias y son deliciosas.
    Un beso
    Vir

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  7. pero qué buena pinta!
    gracias por tu comentario, yo también me quedo por aquí!
    un besito,
    s

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  8. Qué maravilla de receta... Hummmmm Aiaiai esa operación bikini que se resiste a triunfar si a cada paso tropiezo con recetas como esta.

    Un besooooo

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  9. Que buena pinta tienen Ángeles, nunca los he probado, pero ahora tendré que hacerlos porque te han quedado fantásticos! Un besote

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  10. Para la próxima vez, los hago y mientras leo el relato me los como. No podría elegir entre las recetas o la historia. Besooos http://40ytantas.blogspot.com

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  11. Qué rico!!! En mi casa les llamamos retorcidos, aunque la textura es más tipo rosquilla creo yo. Qué hambre tengo ahora jaja. Un besito

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  12. La verdad es que nunca los he probado, ahora me entró el gusanillo, tienen que estar para chuparse los dedos jajaj
    Qué ilusión, soy tu seguidora número 100! Un besito y enhorabuena (((:
    Eva <3

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  13. Gracias por visitar mi blog y quedarte como seguidora... ¡Muchas gracias!

    Aquí me tienes!!!

    Saludos ;)

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  14. Me encanta tú blog. Me quedo . http://lossentidosdelacocinapatricia.blogspot.com.es/?m=1

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  15. Me gusta tu blog, de el he sacado algunas ideas para mejorar mis recetas, en esta tengo una duda, y es si el agua una vez templada la colamos integra o hay opción de dejar los anisetes y el comino... por otra parte quisiera saber si los probaste a rebozar con azúcar y que tal quedan... ya que quiero probar de hacerlos para venderlos en mi churreria y mis clientes la miel o el aguamiel, no les va mucho, son más de azúcar o chocolate. Gracias.

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Me gustan tus comentarios, me encanta leerlos todos, gracias por molestarte en escribirlos.

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