viernes, 3 de mayo de 2013

Tarta de queso sencilla, rápida y deliciosa


En un pequeño pueblo del valle del Aragón, tomando el camino desde Castiello de Jaca, se encuentra la Garcipollera, un bonito albergue-restaurante donde descansar los huesos de bellas caminatas, echar una conversación con Concha y con Juan, y por supuesto, degustar las ricas viandas que allí se sirven. Quiero agradecerles que compartan sus riquísimos secretos culinarios con una servidora y me atrevo a incluir entre mis favoritas esta receta de tarta de queso. 



 Ingredientes:
-500 gr de queso fresco
-4 huevos medianos
-1 yogur natural
-250 gr de leche condensada

Precalentamos el horno a 220º.Batimos todos los ingredientes con la batidora y pasamos a un molde engrasado previamente. Al meter en el horno, bajamos la temperatura a 180º y dejamos hornear durante 30 minutos aproximadamente, ya sabéis que dependerá de cada horno. Cuando esté a temperatura ambiente meter a la nevera. Servir fría.
Podemos acompañarla de una mermelada de frutos rojos, aunque no lo necesita. La receta no puede ser más sencilla, pero tampoco puede estar más rica, el resultado es una tarta jugosa, nada pesada, y como ya os digo en el título del post, deliciosa.


Margot Salinas aparece en escena cuando más falta me hacía. La llegada de estos primeros días de calor han provocado una pequeña revolución doméstica con cambios de vestuario en niños y adultos, lavadoras, armarios y cajones. A la sorpresa incial se ha unido un agradecimiento sincero, ya que gracias a su fidelidad al blog he podido recibir una valiosa información que ahora comparto con vosotros. Esta chilena afincada en Buenos Aires ha seguido la pista durante años, en una ardua labor periodística de investigación, a archivos descatalogados de los extintos países de la Europa del este. Su portentosa memoria la ha llevado a 1970 y a un reportaje realizado por la radio nacional checa sobre distintos personajes que sufrieron la deportación en Praga durante la Segunda Guerra Mundial. Como podéis imaginar, entre ellos, está nuestra protagonista Suri Murray, ya con su nombre de adopción confirmado. Habla un locutor y según transcribe Margot esto es lo que cuenta:



La llegada de Suri Vilovitz a Praga ha venido envuelta en la persistente niebla que se cierne sobre ella. Apenas se ve a dos metros. No obstante, y pese a su prolongada ausencia, parece moverse con desenvoltura entre los callejones de la Ciudad Vieja por la que le llevan sus pasos. Se detiene con frecuencia en edificios añejos que parece reconocer y prosigue un lento caminar sobre los adoquines sueltos de la calzada hasta la puerta del Grand Hotel Europa, un bello edificio con decoración Art Decó, próximo a los puntos más interesantes de la ciudad. En su puerta pierdo el contacto visual. Va envuelta en una gabardina ocre y un pañuelo sobrio cubre sus cabellos apenas vislumbrados; tiene cuarenta y dos años y su figura es alta y estilizada. Se registra y se retira a su habitación. A la mañana siguiente la recojo en un taxi y charlamos de cosas banales antes de llegar a la emisora. Por el camino me hace dar un rodeo y nos detenemos en la Plaza Vieja, donde compra unas flores. Su mirada es apagada. Una pátina de tristeza la envuelve, a juego con el día gris que hace. Llegados al Barrio Judío me indica que la deje un momento sola, instante que aprovecho para tomar un café. A través de sus ventanas la veo entrar en la sinagoga Pinkas, en Siroka 23, junto al cementerio judío y aunque sólo un momento, se para a leer algunos de los nombre de los judíos checos asesinados por los nazis. Reza durante media hora y a la salida me insta a una última parada; la iglesia de San Cirilo en la Ciudad Nueva. No tiene que decirme nada. Se ha convertido en lugar de culto; bajo el relieve donde constan los nombres de los héroes que participaron en la operación Antropoide para asesinar a Heydrich, deposita con delicadeza el ramo de flores, murmura algo entre dientes y salimos pausadamente hasta la emisora. Frente a mi, con una mesa de por medio, su piel traslúcida me muestra una vejez incipiente, teñida de rubio, con unas grandes gafas de sol que ocultan sus ojos, cruza las piernas y se dispone a contarme alguna de las curiosidades por las que la llamé.
Entrevistador:¿Su nombre?
Suri: Suri Murray.
Entrevistador: ¿Es el verdadero?
Suri: Es el que tengo. Hace mucho tiempo me llamé Vilovitz. El tiempo lo ha borrado de mi memoria.
Entrevistador: ¿Cómo ha encontrado su ciudad natal?
Suri: Vieja y algo sucia. Pero mantiene ese halo romántico que le dan el Moldava, los puentes y los edificios clásicos del centro. Las afueras sólo las he visto por los cristales del taxi que me trajo del aeropuerto. No tengo más referencias.
Entrevistador: ¿Qué recuerda de su infancia?
Suri: No mucho, la verdad. Grabados tengo los días previos a mi partida y el infierno en que se convirtió la ciudad con la entrada del nacionalsocialismo alemán. A mis padres en la estación agitando los pañuelos al viento llorando inconsolables mientras el tren se deslizaba por raíles de desesperación. A otros niños, como yo, que lloraron durante horas en los vagones, ovillados sobre sí mismos, anclados en el dolor absoluto. Poco a poco, el sueño, el hambre, la desesperanza.
Entrevistador: ¿Y de los años posteriores a su llegada a Londres?
Suri: La guerra siguió; el recuerdo me sumió en una pesadilla interminable. Pero triunfó el amor.
El de aquellos que me acogieron con devoción, que me colmaron de atenciones y de cariño. Más que hechos concretos, me vienen a la memoria las sensaciones que sentí a su lado. Nunca más sola; permanentemente observada para hacerme llevadero un porvenir renacido. Las caras alegres de los míos aún nadando en la tristeza. En fin, un universo de calidez familiar como nunca más llegué a conocer.
Entrevistador: Hábleme de ellos
Suri: Imposible transcribir en unas líneas cómo eran y lo que significaron. Durante aquellos días aciagos fueron la columna sobre la que asentar un futuro de esperanza. Formábamos una curiosa familia, mi madre adoptiva, Annie, mi hermana, casi madre Victoria,con su pequeña hija María del Carmen y su hijo de adopción Julen, otra víctima de la sinrazón. Así hasta octubre de 1941, cuando regresó Andrew, el marido de Victoria. Un muerto renacido.
Entrevistador: ¿Cómo fue aquello?
Suri: Fue un episodio extraordinario en nuestras vidas. No por esperado, menos intenso. La aparición de Andrew en la residencia de Wipping Lane supuso una conmoción sin precedentes, más si cabe que el bombardeo continuo y machacón alemán. Todo se vino patas arriba. Eran las tres de la tarde y mientras los niños jugábamos tras el almuerzo, las mujeres, Annie y Victoria, descansaban previo a las ocupaciones de la tarde. Sonó el timbre como un aldabonazo y todos giramos las cabezas hacia la puerta. Un escalofrío recorrió nuestro espinazo; y así, entre las penumbras del zaguán, apareció la figura del padre de María del Carmen. Aún antes de abrir la boca, Victoria balbuceó su nombre y rompió a llorar, los demás quedamos en pie, inmóviles como estatuas, sin saber cómo reaccionar. Sólo Annie dió algunos pasos para situarse próxima a Victoria. Vi cómo sonreía llena de emoción, me aproximó a su regazo y me susurró al oído el nombre de Andrew. Lo que ocurrió a continuación fue un torrente de lágrimas, de risas, de voces superpuestas, de besos y carantoñas. Como si de una aparición se tratase todos rodeamos esa figura envuelta en un traje demasiado fino para el clima de Londres, a la que no le dejamos quitarse ni el sombrero y que no daba abasto para mirar en todas las direcciones. Las manos de Victoria asían las suyas como eslabones indisolubles, María del Carmen se abrazaba a las piernas de su madre, Julen guardaba una discreta segunda fila y nosotras, ni siquiera sabíamos qué hacer. Las cosas se fueron calmando paulatinamente y hubo tiempo para el sosiego. Dejó una bolsa que estimé muy ligera para una estancia perdurable. Colgó el sombrero en la percha de la entrada y tomando a Victoria del brazo se sentó en un gastado sillón de la sala. Miraba emocionado a su hija, quien perpleja se dejaba hacer más llena de curiosidad que de afecto hacia aquel al que debía llamar papá. En su desconocido rostro se percibían matices de la niña, el color del pelo y el brillo de sus ojos, la blanquecina piel y un cierto aire ausente. El tiempo transcurrió raudo en una conversación ágil que nos llevó desde España a los campos de Francia y desde allí a las calles de París, para desde el Canal de la Mancha, cruzar a tierras londinenses. Aparecieron nombres de camaradas, unos vivos, otros muertos, así como lugares de los que no había oído hablar. Nosotras nos pisábamos la conversación y narrábamos estos aciagos años que nos había tocado vivir. Los pequeños no conocían otras circunstancias, pero al menos yo, todavía recordaba una vida feliz en un cercano pasado. Lloré contemplando una familia recompuesta cuando la mía había sido hecha pedazos. Me refugié en Julen, tan huérfano como yo en esos instantes y quizás nunca nuestra cercanía fue tan palpable. Andrew había abierto un abismo que nos costaría cruzar y vi a un niño desvalido que debía ser consolado.

Siempre tuve a Victoria por una mujer sabia y sensible y en aquella ocasión no me defraudó. Nos puso en formación a los tres y junto a Annie, con quien Andrew tuvo claras muestras de cariño por su pasado en el conflicto español, nos presentó como sus hijos, sin distinción de origen. Ante nuestra cara circunspecta, Andrew soltó una sonora carcajada dándose cuenta de que había pasado de ser pareja de Victoria a padre de familia numerosa. Nos sentimos acogidos al instante en el azul de sus ojos, sincero y afectuoso. Un poso de tristeza ensombreció el instante; súbitamente nos informó de su obligación de ausentarse en muy cortas fechas, tanto que Victoria puso el grito en el cielo y luego se derrumbó en el sofá llorando desconsoladamente. Hasta aquí el inolvidable momento que viví, porque de inmediato Annie nos cogió a Julen y a mí de la mano, tomó un pequeño hatillo con alguna pertenencia y salimos a la calle cuando empezaba a anochecer. Lo que pasó entre esas cuatro paredes tras ese instante y en días venideros será algo que deberá preguntar a María del Carmen, si es que recuerda algo.
Entrevistador: ¿Volvió a verlo antes de su partida?
Suri: Los bombardeos prosiguieron durante semanas; y en los días siguientes no estuvimos cerca del East End por lo que Andrew desapareció de nuestras vidas, como había llegado, como un espectro surgido de las sombras. Algo nos contaría Victoria. Pero de eso ya no fui testigo.

Este fragmento es cuanto pudo rescatar Margot. No obstante se lucha en el laboratorio para recomponer los pedazos de su continuación. La promesa de que me la hará llegar si obtiene éxito me llena de esperanza. Al otro lado del océano se ha establecido un vínculo con Victoria. Seguimos ávidos de su historia. Rebuscaré en el libro de sus cartas por hallar la promesa de su resurrección.



20 comentarios:

  1. Oh qué rica¡ Me encantan las tartas de queso. Muchas gracias por la receta. Un beso

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  2. ¡Hola Ángeles! Menuda tarta de queso. La preferida de mi marido que no es muy dulcero. Yo le echaría nata por encima, jajaja. Muchos besooos y gracias por tu visita.

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  3. Has pensado escribir un libro??? Seguro que más de uno te lo dice...anímate!!

    Un besito

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  4. Angeles, no me digas que estás por allí?, que envidia. Lo conozco y es una maravilla. Adoro el Románico de la zona y la Estación de Canfranc.
    La tarta cae este fin de semana, si o si.
    Un besazo
    Vir

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  5. Mmmmm, me encantan las tartas de queso, y esta si que parece sencilla. Qué buena pinta, con tu permiso me la apunto para hacerla en cuanto pueda. Un besico y gracias.

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  6. Vim desejar um Bom Fim de Semana e me deparo com esta Delicia ‘8)
    Tomei nota e vou fazer em breve.
    Beijos Márcia (Rio de Janeiro - Brasil)

    http://decolherpracolher.blogspot.com

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  7. Fantástica! Menuda pinta.
    Muchos besos

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  8. Que emoción me has regalado Angeles!!!
    No lo podia creer, lo leia y volvia a leer.Primero fue desconcierto, luego alegria y hasta se me aguaron los ojos y me impedia seguir con la lectura. Muchas gracias por el regalo ! Ten la certeza que seguire buscando en mi memoria (tú imaginación)mas fragmentos de esta linda historia que como en toda receta puede estar compuesta de misteriosos ingredientes ....
    Cariños
    Margot Salinas (Angeles)

    (Angeles )

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  9. ¡Qué rica la tarta! A mí me encanta la tarta de queso pero la única que me atrevo a preparar es la que indica la receta del queso de untar que suelo comprar. Pero es que ésta no puede ser más sencilla... La voy a probar en los próximos días.

    El relato sigue siendo un vicio. Espero cada viernes con cierta ansiedad.

    Bss.

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  10. Madremia tiene un corte precioso! Tiene una consistencia perfectaaaa!! Que haambre por dios!
    Besos dulces!

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  11. Adoro la tarta de queso, yo diría que es mi postre favorito...me gusta en todas sus versiones, pero ésta así más tradicional que la New York me requeteencanta jeje. Muac

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  12. Tiene que estar deliciosa. me la punto.
    Un beso.

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  13. Dulces y relatos... Puede haber algo en el mundo mejor?

    Me quedo por aquí, sospecho que me vas a deparar muchos momentos dulces.

    B7s!

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  14. Que buena te ha quedado, y las fotos fantásticas. Enhorabuena por tu blog me ha encantado, por aqui me quedo de seguidora. Estás invitada al mio http://lacajadelasdelicias.blogspot.com.es/. Un beso

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  15. Ay Ángeles, que delicia esta tara de queso, te ha quedado fabulosa!!!
    Un besote!
    Noemi de Merengue y Frambuesa

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  16. Qué buena pinta!!!

    Me encantan las tartas de queso y esta facilita...más...jajaja

    un abrazo,

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  17. CUANDO DICES QUESO FRESCO, TE REFIERES AL QUESO DE CABRA O AL QUESO TIPO PHILADELFIA??
    GRACIAS

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  18. Me refiero al queso de tipo Burgos, aunque en alguna ocasión también la hemos hecho con requesón. Cambia la textura.

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Me gustan tus comentarios, me encanta leerlos todos, gracias por molestarte en escribirlos.

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