Más de medio siglo andando la vida. Hoy he querido regalarle a mi marido un dulce. Intuyo un aluvión de recuerdos en su mente, un sinfín de imágenes que le alegraron los días, y creo que nuevos vientos le llevarán a un puerto seguro y en calma. Seguiremos haciendo el camino de la mano, como siempre ha sido, tropezando en la misma piedra y levantándonos sobre las mismas piernas, a pesar del peso de los años. Sobre la piel de azúcar una sola vela. A sus pies, las flores. Alrededor un coro de voces que jalean. Un soplido y la llama que se agita muere exhalando una voluta negra. Cuando llegue la noche ni quedarán las flores, ni la capa que la cubre, ni las migas.
Receta del libro de Peggy Porschen, Boutique de Pastelería
Ingredientes:
Bizcocho:
-200 gramos de mantequilla a temperatura ambiente
-200 gramos de azúcar blanquilla
-una pizca de sal
-una cucharada de pasta de vainilla
-4 huevos medianos
-200 gramos de harina
-8 gramos de levadura
Almíbar:
-150 gramos de agua
-150 gramos de azúcar
-una cucharada de pasta de vainilla o las semillas de una vaina
Crema de mantequilla:
-250 gramos de mantequilla a temperatura ambiente
-250 gramos de azúcar glas (mejor si es icing sugar, aún más fino)
-una pizca de sal
-4 cucharadas de mermelada de frutos rojos
Precalentamos el horno a 170 grados
Vamos con los bizcochos. En mi caso 2 moldes redondos de 20 cm. También podemos hacer la misma cantidad para 3 de 15 cm.
Batimos la mantequilla con el azúcar, la sal y la vainilla hasta que blanquee y se vea esponjosa.
En otro recipiente batimos ligeramente los huevos y vamos añadiéndolos poco a poco a la mezcla hasta que quede mezclado.
Añadimos la harina tamizada y mezclamos lo justo hasta integrar.
Repartimos la masa en los moldes previamente engrasados y forradas las bases con papel de horno. Horneamos durante 20-25 minutos aproximadamente.
Para el almíbar mezclamos los ingredientes y llevamos a ebullición, una vez disuelto el azúcar retiramos del fuego y dejamos templar.
Sacamos los bizcochos del horno y dejamos reposar en su molde 10 minutos, mojamos los bizcochos todavía calientes con el almíbar todavía templado.
Una vez absorbido el almíbar los sacamos del molde y dejamos enfríar sobre una rejilla.
Envolvemos los bizcochos en papel film y dejamos reposar hasta el día siguiente para que se mantengan jugosos y firmes.
Para la crema de mantequilla ponemos la mantequilla y la sal con el azúcar glas tamizado y batimos con las palas planas hasta que la mezcla blanquee. Añadimos la mermelada previamente pasada por la batidora y seguimos batiendo hasta conseguir una crema homogénea.
Igualaremos nuestros bizcochos (en mi caso con una lira, podéis usar un cuchillo).
Montamos nuestra tarta colocando el primer bizcocho con una capa fina de mermelada de frutos rojos que cubriremos con una porción de la crema de mantequilla. Extendemos ligeramente y colocamos sobre ella el siguiente bizcocho. Ponemos crema en la parte superior y alrededor de nuestra tarta y vamos extendiéndola con una espátula o paleta dejándola lo más lisa posible. Llevamos a la nevera durante 30 minutos.
Repartimos el resto de la crema y vamos alisando con la ayuda de una espátula y una rasqueta. No debemos perder demasiado tiempo, porque la mezcla no tardará demasiado en ir enfriándose.
Yo estoy bastante satisfecha con el resultado, aunque desde luego se puede mejorar.
El
reencuentro con Margot ha levantado mi ánimo. Siempre estimulante su
optimismo pese a los avatares de una vida complicada; hallando
palabras de consuelo en el marasmo de su existencia.
Allá
se cuecen de calor, en la canícula de un Buenos Aires peligroso y
taimado, bajo el rigor del largo verano brillando en el Mar del
Plata, buscando los árboles frondosos en los jardines de la
Recoleta, el fresco en los cafés y las playas en los pueblos de la
costa. El mundo se ha parado y tú sigues allí, en tu férrea
resistencia ofreciendo un hombro en que llorar y yo, ingrata, no he
vislumbrado trás los visillos de tu sonrisa la dura realidad que te
atenaza. Gira la rueda dando vueltas sin descanso, exigente y feroz y
exprime la necesidad de cambios, de romper con las hebras que nos
atan al pasado para observar con cautela el porvenir. Esos hilos no
son de ahora, también los padecieron otrora, como la misma Victoria,
víctima de sus dudas. A tí te lo cuento, Margot, allá donde te
encuentres.
Querido Andrew:
Te tuve que dejar
precipitadamente. Sospecho que no le gusta verme siempre escribiendo
bajo el débil resplandor de un cabo de vela en la mesilla. Aprovecho
la noche silenciosa para poner en orden mis ideas pero Julen sabe que
lo hago y recrimina mi fidelidad. Sé que lo hace de puro amor, pero
me asusta esa insistencia en que te abandone ya que apenas nuestra
relación pende de un hilo. No puedo quitarle la razón, bien sabes
por qué. ¿Cuántas veces nos hemos visto el último año? Sí,
llevo la cuenta, dos míseras veces. Te has acercado como un ladrón,
con un equipaje de fin de semana en una bolsa de arpillera, dos
camisas, unos pantalones de repuesto y el gabán que llevas puesto.
Debo convenir con Julen que es realmente poco. Tu recuerdo se le
debilita por momentos y le cuesta identificar tu rostro; la última
vez ni siquiera lo viste porque había salido con los amigos fuera de
la ciudad, aprovechamos para estar con María del Carmen y para
presentarte a Bessy, se nos fue el tiempo en dimes y diretes, y a lo
que me quise dar cuenta estaba agitando un pañuelo en la terminal
del aeropuerto; como una tonta tras las cristaleras que miran a la
pista, a un millón de kilómetros de tu mirada, llorando como una
idiota tu partida. Bessy insistió en acompañarme, y bien que hizo;
de no ser por ella me hubiesen fallado las fuerzas para volver a
casa. Por el camino habló sin parar distrayendo mis pensamientos y
hasta me forzó a pasear por Central Park divirtiéndome con los
mimos, atletas y patinadores. Me dejó a las puertas, recogió al
niño entregado a María del Carmen para su cuidado y partió hacia
su hogar. Fue entonces cuando se me ocurrió; puse al corriente a
Julen, le puse cara circunspecta y en esas circunstancias no puede
hacer nada, caludicó y me concedió el deseo de acondicionar la
habitación de invitados para Bessy, proponerle ayudarme en la tahona
y convertirla en quien ha llegado a ser.
Cuando se lo dije a
Bessy se estremeció como una hoja, yo me sonrojé y ambas acabamos
riendo. Al finalizar mi propuesta, me miró en silencio, agachó la
cabeza y musitó un gracias nacido del corazón. Siempre supe de sus
carencias para pagar el alquiler, de sus penurias para tener agua y
luz en la vivienda y de las acechanzas del casero en vísperas de
cobrar el alquiler; las lágrimas surgidas de sus ojos confirmaron
mis sospechas. Por delante tenía una ardua tarea, convertir la
tahona en un negocio del que vivir dos miembros más de una familia
atípica, disgregada, variopinta.
Hay ocasiones en que
intento reconocer a sus miembros y me resulta imposible enumerarlos,
de ella se sale y se entra sin preaviso, como en una puerta giratoria
rotando sin parar, tan pronto estamos lejos, como nos acercamos hasta
el roce. Será el destino quien nos ponga en su sitio, por el momento
un presente prometedor estimula mi afecto por Bessy y su retoño,
quizás vaya ocupando tu lugar. No confíes todo a mi paciencia. Ya
hace tiempo que cesó el eco de la guerra, cada quién debe buscar su
sitio con los suyos, comprometerse con su familia, sin las zarandajas
de la reconstrucción, de la unión de los pueblos, de la solidaridad
de naciones. ¡Déjate de chorradas! O tal vez encuentres una llave
que no gira a tu regreso, un hijo hostil que te precisa o a una viuda
que no precise de consuelo.
Me ha costado mucho
ponerte en este brete. No me culpes. Pues cada día despachando el
pan a los vecinos he visto a las parejas cogidas de las manos
desandar la calle hacia sus casas, besarse en las salidas de los
cines, amarse bajo el claro de la luna. Y lo echo de menos: tus
besos, tus caricias, tus palabras, tus silencios. Echo en falta tu
amor camuflado en el pliegue de una carta de sonidos huecos, veloz
caligrafía y escasez de sentimiento. Vuelve hacia mí, pues no
quiero separarte. Tuya por ahora, Victoria, Nueva York, 1951.
Felicidades para Alberto de mi parte.
ResponderEliminarEso de "tropezando en la misma piedra y levantándonos sobre las mismas piernas" es precioso.
La tarta, a la altura de un 50 cumpleaños…
Un beso
Vir
Qué delicia guapa, te quedó una tarta preciosa y seguro que deliciosa, los bordes para mi, son estupendos!
ResponderEliminarUn besito
La tarta preciosa... Y PERFECTA ¡¡¡¡¡¡¡¡ Me encanta., tiene una pinta estupenda.
ResponderEliminarMuchas felicidades a tu marido.
Un beso enorme.
Mercedes
Tu tarta es delicada y preciosa. Lo sencillo, es a veces lo más bonito.
ResponderEliminarBesotes
En la sencillez esta la belleza..
ResponderEliminarHola soy nueva por aquí y me encanta tu blog así que te sigo.
Próximamente nuevas recetas en mi blog: http://cocinaconann.blogspot.com.es/
¿Te atreves a cocinar conmigo?
Si que te han quedado unos bordes casi perfectos, ....como tu dices.
ResponderEliminarY la receta me parece estupenda.
Un besote.
Que tarta más bonita y riquísima, por tu blog solo se ven delicias y si que lo conocía y soy seguidora tuya y me encanta todo lo que veo por aquí.
ResponderEliminarBesos!
Qué pasada de tarta Ángeles. Muy bien presentada, casi perfectos los bordes, no, perfectos, ja, ja. Me ha encantado el primer párrafo del post. Un besico y feliz domingo.
ResponderEliminarMuchas gracias por el tutorial, y por esta tarta tan fantástica =)
ResponderEliminarEn nuestro blog tienes un regalo, esperamos que te guste.
Un besote!^^
Hola preciosa, qué ganas tenia de venir a verte, creetelo! Desde que vi la foto por el facebook me quedé embobada mirando la preciosa tarta que has hecho! Es PRECIOSA!!! Te lo juro y rejuro y encima tiene que estar deliciosa! No me cabe duda alguna de ello, vamos.. me la apunto la receta porque da gusto mirarla y ya si la pruebas.. ni te cuento.
ResponderEliminarFelicidades para tu marido..
ResponderEliminarY la tarta, una delicia y con una presentación muy bonita y delicada.
Un beso.
Me encanta cómo escribes, Ángeles. Da gusto leerte, de verdad.
ResponderEliminarTu marido se ha debido quedar más que feliz con esta tarta tan delicada, es como de cuento :-)
Un beso grande
Qué entrada más bonita! Felicidades a tu marido.
ResponderEliminarLa tarta te ha quedado muy elegante, simplemente perfecta!
Un beso muy grande!
Los extrañaba...
ResponderEliminarQue bueno que esten al alcance de mi mano... Gracias a Internet las distancias no existen.
La magia de tus recetas y las letras me motivan
Soy la anonima Margot!!!
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