No se les escapa nada; detectan como nadie los estados anímicos, las necesidades, si no hemos dormido o si hemos discutido, si lloramos o reímos. Son las madres. Las que siempre están ahí. De las que aprendemos y a las que imitamos; aunque no nos demos cuenta adquirimos sus hábitos, sus costumbres, sus tics, a la par que heredamos una forma de hacer las cosas. También sus recetas, su forma de cocinar, de condimentar. Cuántas veces hemos dicho aquello de "cocina como su madre". Pues también a mí me ocurre. A ella, que tanto me ha enseñado, debo este cariño por los bizcochos y reproduzco los sabores tan conocidos y apetecibles que llenaron la casa donde viví hasta mi emancipación. Quiero condensar en este resultado todas aquellas lecciones que sin darse cuenta fue dándome hasta enriquecer mi cocina y mi persona. Para ella, para todas las madres, un sincero beso de cariño.
Es un clásico en mi casa que mi madre repite una y otra vez, fácil de recordar con la regla 1-2-3, el vaso de yogur, uno de aceite, dos de azúcar y tres de harina, aunque ella con el paso del tiempo le ha aplicado pequeñas modificaciones que sin complicarlo hacen que nos guste todavía más. Por supuesto podéis eliminar la maizena, la manzana, dejar el azúcar en 2 vasos, la levadura solo un sobre y tendréis el clásico bizcocho de yogur.
Ingredientes:
-4 huevos
-1 vaso de yogur
-1 vaso de aceite de oliva virgen extra (se puede usar girasol, aunque yo personalmente lo prefiero con virgen extra)
-2 y 1/2 vasos de azúcar
-3 vasos de harina
-2 cucharadas de maizena
-1 sobre y medio sobre de levadura royal
-2 manzanas
-1 cucharada de azúcar glas para espolvorear
Precalentamos el horno con calor arriba y abajo a 200 grados.
Batimos los huevos con el azúcar. Añadimos el yogur con el aceite y mezclamos bien. Incorporamos la harina con la maizena y la levadura y seguimos mezclando hasta que quede integrada en la masa.Pelamos y picamos las manzanas muy finas (como si fueran patatas para hacer una tortilla de patata) y añadimos a la mezcla.
Preparamos un molde (37x25 cm aproximadamente en nuestro caso), y llevamos al horno precalentado a 200 grados. En el momento de meter el bizcocho bajamos la temperatura a 180 grados y dejamos encendida únicamente la parte de abajo. Horneamos entre 35 y 40 minutos. Pinchamos el bizcocho con un cuchillo y si sale limpio está listo. Sacar del horno, dejar enfriar y disfrutar.
La temperatura del horno como siempre es orientativa.
Si utilizáis un molde con un tamaño muy distinto tendréis que variar el tiempo de horneado. A partir de los primeros 30 minutos si la parte de arriba oscurece demasiado cubrir con papel albal y seguir con el horneado.
Como cada semana vamos con nuestro relato.
Desde
que Carlota partió rumbo a Londres y Margot está desaparecida en
Argentina, apenas encuentro tiempo para entregarme a estas lecturas
que tanto me apasionan; y me enfrasco en quehaceres menos
gratificantes que la cordial charla en torno a una humeante taza de
café. Por eso, ha supuesto una magnífica sorpresa recibir un mail
de Carlota, pese a que su contenido me la muestre frágil, algo poco
usual en alguien con tan fuerte carácter. No obstante, me satisface
tener noticias suyas, así que leo ávida su contenido y le devuelvo
con alegría el contenido de una carta inserta de Suri entre los
pliegues de Victoria.
“Hay
una niña en el parque. Parece de la Europa del Este; tan frágil y
delgada, con un abrigo gris que se le ha quedado pequeño, unos
zapatos con el tinte descolorido y una media abajo y otra arriba. Se
calienta las manos con el aliento ahuecándolas bajo sus labios y
sopla lanzando el vaho para intentar entrar en calor. Las trenzas le
cuelgan sobre los hombros algo deshilachadas y el color de su piel es
casi traslúcido. Al levantar la mirada hacia mí veo sus verdes
pupilas con un trasfondo implorante. ¿Por qué me turbo? Esta
sensación ya la había tenido. Casi a diario me cruzo con semejantes
en una precaria situación y normalmente el desasosiego desaparece al
cabo de unos segundos, tan pronto otra cosa reclama mi atención. Sin
embargo, al pasar junto al banco donde se sienta e ir alejándome a
grandes pasos, siento sus ojos clavados en mi espalda, como un
cuchillo que se fuese hundiendo poco a poco, más profundo cuanto más
me alejo. Es la culpa la que hiere, lo tengo claro, y a pesar de
ello, sigo con mi caminar casi a la carrera; necesito un cruce para
desaparecer de su espacio visual, tuerzo la calle y reposo mi espalda
en la pared jadeando por el esfuerzo. Recobrado el aliento caigo en
la cuenta del enorme parecido con Suri cuando llegó a Londres y me
siento mal por no haberle preguntado si necesitaba alguna cosa que
estuviese en mi mano. Desando mi camino, llego al parque y busco en
derredor su figura. Ya no está en el banco, apenas unas pequeñas
huellas en la tierra que lo circunda aunque no es seguro le
pertenezcan. Giro en torno mi cabeza ansiosamente pero ni el menor
rastro se adivina. Entonces, como una losa sobre mi espalda, me
abate la tristeza. Me encuentro fatal, al borde del vómito. ¿dónde
estará?¿qué me demandó con su mirada?¿como pude ser tan cruel?
Llego a casa con el alma en la mano y me dejo caer encima de la
colcha envuelta en un mar de lágrimas. Tengo que encontrarla o no
podré vivir con esta congoja. Quizás vuelva al parque cada día.
Eso es. Acudiré cada mañana y me apostaré en el banco en que la vi
hasta que aparezca. ¿Y si no lo hace? Tiene que venir o la pena me
atormentará el resto de mis días. Con este propósito me duermo y
aunque sacudida por terribles pesadillas, pienso que al fin hago algo
conveniente. Pido perdón en silencio, a ella, a Suri, a la
humanidad, por mi egoismo. Carlota.”
¡Oh,
pobre, cariño! No debes lacerarte por un comportamiento normal. Lo
venimos haciendo desde que el mundo es mundo. Hacer la vista gorda
ante la injusticia, la pobreza o el dolor, nada hay más apegado al
ser humano. Sin embargo entiendo tu pesadumbre y me solidarizo con tu
compromiso; si es tu propósito realiza el empeño de encontrarla, te
tendrá ocupada, enriquecerá tu presencia en Londres y mantendrá
ese hilo inquebrantable nacido con la pequeña Suri. Curiosamente con
sus palabras nacidas de un extracto entre las cartas de Victoria nace
este texto que reproduzco. Sobre lo demás, tú ya me entiendes,
manténme informada, no te digo más.
“Cuando
llegué a Dachau el día se había puesto desapacible, grandes
voladas de viento levantaban en remolino las hojas apiladas a su
entrada; los árboles mostraban sus ramas desnudas y el cielo se
congestionaba de nubes amenazantes. El taxita escuchaba la radio
mientras me adentré en sus cenicientos muros, en parte derrumbados.
Mis fuerzas flaquearon tan pronto pisé su interior y me sentí
desfallecer; tuve que apoyarme en una pared para no caer redonda. Las
imágenes sacudieron mi mente. Unos fuertes brazos me sujetaron y me
acompañaron a una sala donde pude sentarme. Hablaba un inglés con
fuerte acento por lo que deduje sería americano y fue muy amable
ante mi petición de consultar los archivos donde figuraban los
fallecidos en el campo. La lista era interminable, y los legajos,
muchos de ellos quemados, mostraban grandes lagunas que hacían
imposible distinguir los nombres. Me dejé los ojos buscando el
nombre de Vilovitz pero fue en vano, necesitaría días y días para
cerciorarme de su escritura aún en el caso de que la hoja donde
figuraban continuase existiendo. Decidí no perder más tiempo y me
postré en un campo trasero donde se apilaban las cruces en una
extensión infinita de pequeños montículos de tierra donde
reposaban aquellos que tuvieron la fortuna de ser sepultados. Recé
una oración y regresé al taxi; pequeñas gotas resbalaban por el
parabrisas confundidas con mis lágrimas. Nunca volvería allí.
Tuve
que huír. Tú, más que nadie lo supiste. Temí dejar huellas que
pudiese rastrear si os visitaba, si acudía a tus brazos como tantas
veces buscando un consuelo que tanto necesitaba. Nunca sabré si hice
bien. Llegué a Francia en el primer mercante que salía de las
islas, zarandeada por un oleaje infernal que me tuvo desmayada en el
camarote la mayor parte del tiempo, pero al fin arribamos a Sete;
desde allí trenes y autobuses donde mi pasaporte inglés me facilitó
el paso de las aduanas hasta llegar a Praga. Durante días me alojé
en un pequeño hostal del centro y busqué restos de parientes vivos
que todavía viviesen allí. No obtuve resultado; el caos en la
ciudad todavía era mayúsculo y a la carencia de registros se sumaba
el trasiego de gentes yendo y viniendo, en una situación similar a
la mía. Recordé los nombres de mis compañeras de infortunio,
Inge, Lorraine, Hedy, pero no sabía sus apellidos y confirmar su
retorno me pareció harto complicado. En la ciudad todavía latía un
odio letal a los judíos. Se temía un retorno masivo de los
expatriados y la reclamación de los bienes incautados, lo que
exacerbó los ánimos de los ciudadanos hasta el punto de temer por
la vida de los míos. Mantuve mi apellido adoptivo por temor a
represalias y me hice pasar por británica durante los días que
permanecí allí. Fueron tiempos terribles en los que creí
desfallecer: abandonada mi hija en brazos de mi verdugo, alejada de
quienes tanto me quisieron, en busca de un fantasma ruso del que
apenas tenía datos y odiada por los que un día fueron mis vecinos.
Estuve tentada de volver, de arrojarme en tus brazos buscando tu
consejo. Pero la fe no me abandonó. Un pequeño grupo de refugiados
judíos me acogió bajo su amparo y con ellos me uní a la larga
lista que engrosaríamos los barcos que zarparían Diós mediante
rumbo a Palestina, me dieron cobijo y comida a cambio de mi trabajo
en una pequeña panadería que suministraba al barrio donde
vivíamos. Con la resolución de la ONU creando el nuevo estado de
Israel comenzó una nueva vida, de aprendizaje, de amor y de miedo.
Mi verdadero éxodo comenzaría entonces. Ansiosos esperamos el
momento de la partida; aquí ya nadie nos quiere, Europa nos ha
expulsado definitivamente. Por un segundo pienso ¿habrán acabado
las guerras entre pueblos para nosotros? Muchos piensan que no; a mí,
poco me importa.
Volveré
a escribirte pero no sé cuándo ni cómo pues no me resulta fácil
evidenciar mi existencia; pídele a Andrew que busque a Sasha, que
intente localizar su paradero. Cuando esté asentada te informaré
por algún medio seguro y quizás muy pronto, pueda abrirme al mundo.
Te quiere, Suri, noviembre de 1947.”
Imaginando
la dureza de su lucha, su esfuerzo y tesón, me viene a la cabeza la
imagen de la niña con la que se cruzó Carlota. La Suri inocente y
liviana que arribó a las costas inglesas con una maleta diminuta y
un pequeño muñeco adherido al cuerpo se ha transformado, se ha
vuelto mariposa que expande su belleza en pos de un destino sin
cadenas. Quiero saber si lo encontró, si fue el amor quien al fin
liberó sus grilletes. Sólo entonces podré decir que fue feliz.
Una preciosa entrada dedicada a las maravillosas madres, todo lo que dices es mas que cierto, sin saber como se nos pega todo lo de ellas, y eso es hermoso, como hermoso tu bizcocho que me gusta tal como lo has hecho, me llevo tu recetica, bueno la tuya no la de tu madre jejeje. Mil besicos cielo
ResponderEliminarTienes toda la razón...
ResponderEliminarY este bizcocho de yogur es un clásico en casa de nuestra madres, en efecto, ja, ja...
Te ha quedado fabuloso, rico rico..
Un beso.
Ángeles, qué razón tienes con lo de las madres. Es un clásico este bizcocho, yo lo hago un montón, pero te ha quedado presentado estupendo, en cuadraditos y con azúcar glass, maravilloso, y las fotos son chulísimas, enhorabuena. Un besico.
ResponderEliminarQué pinta más deliciosa. Yo creo que es de los bizcochos más ricos que hay.
ResponderEliminarBesos
Ay Ángeles!!!! Te leo y no puedo estar más de acuerdo.... qué haríamos sin ellas, verdad? y lo más increible es que a medida que pasanlos años más las queremos, mejor nos conocen y más nos parecemos a ellas... me ha encantado esta entrada y este bizcocho dedicado a nuestras queridas mamás!
ResponderEliminarUn beso grande
Cuanta razón tienes Ángeles, Tu entrada es preciosa y el bizcocho muy especial. Tiene una pinta magnífica. Un besazo y feliz fin de semana.
ResponderEliminarAcabo de descubrir tu Blog y me quedo a seguirte en GFC ... me gustaría que te pasases a conocerme ;)
ResponderEliminarBesos,
SHOPPING STYLE
http://shoppingstyle-elena.blogspot.com.es/
Que rico y que esponjoso se ve!!besos
ResponderEliminarUn bizcocho espectacular!!! tierno y esponjoso...uhmmmmm una delicia!!
ResponderEliminarUn beso
Paloma
Hola preciosa mia! Por fin puedo pasarme por aqui!!! Ya me voy poniendo al dia poco a poco!! Ais, que razon tienes, el mejor bizcocho de yogur que yo he hecho tmbien! Aunque me encanta vuestra receta un pelin versionada! Me parece que la manzana le debe dar un toque super super jugoso!! Que delicia chiquilla! Me encanta! Un besazo guapi
ResponderEliminarSencillo y bonito post, Angeles
ResponderEliminaryo también era el pinche de mi madre y te das cuenta de lo mucho que te ha enseñado el día que sales por la puerta, el día que sin saber que hacer abres el frigorífico y con las dos cosas que quedan haces un plato completo, el día que sabes alimentar correctamente a un hijo.
Besos gordos para mi repostera de cabecera.
Vir
¡¡Qué rico!! Este bizcocho nunca falla, ¿verdad?
ResponderEliminarYo hago uno similar y me consta qué está muy bueno.
Un besote.
Un bizcocho que nunca falla, aunque los cambios, me gustan...
ResponderEliminarEnhorabuena por tu madre... aprovecha todo lo que puedas con ella, porque luego se echa mucho en falta.
Besos.
Mercedes
Hola! Quisiera preguntarte a que llamas LEVADURA ROYAL, en la receta de bizcocho de yogurth uno de los ingredientes es 1 sobre y medio sobre de levadura royal. Yo soy de Argentina y aca tenemos por un lado polvo de hornear Royal y por otro lado levadura de cerveza en polvo de otras marcas 8pero que llegado al caso seria lo mismo). Desde ya espero tu respuesta y muchisimas gracias!!!!!!!!!.
ResponderEliminarEsmeralda
Hola Esmeralda, lo que aquí conocemos como levadura royal es vuestro polvo de hornear, es lo mismo. Espero que te guste el bizocho. Ya me contarás.
EliminarUn beso
jajaj hola cielo muchas gracias por tu visita y tu comentario. La verdad es que lo de la lana no se te dará bien, pero esta repostería tiene una pinta... para quitar el hipo. Un besazo guapi
ResponderEliminarQué sabiduría esconden tus palabras, Angeles!!
ResponderEliminarLas recetas heredadas son, desde mi punto de vista, grandes tesoros que debemos atesorar…
Esconden tantos recuerdos que creíamos olvidados, verdad?
Un bizcocho delicioso, sin lugar a dudas
Un beso. Sonia
Haces unas entradas preciosas, como las fotos y como las recetas, se va una de tu blog con buen sabor de boca, con los ojos y la imaginación llenos.
ResponderEliminarBesos.
¡Qué blog más bonito tienes! Acabamos de descubrirlo. Nos encantan las recetas familiares y caseras como esta =)
ResponderEliminarNos quedamos como seguidores.
Un beso dulce!^^
Hola Angeles! He venido de visita ;). Qué preciosa entrada, y ese bizcocho que me recuerda al de mi madre... cuánta razón en lo de que adquirimos sus costumbres sin darnos ni cuenta! Un besazo
ResponderEliminar