Receta del El libro de oro del chocolate.
Un domingo cualquiera, a las seis de la tarde, mientras silba el cierzo por las rendijas de las puertas, nos hemos puesto el delantal, y todos a una, niños y mayores nos hemos puesto a faenar en la cocina. ¡Y qué recompensa!
Una receta sencilla que podemos preparar con los más pequeños para una merienda en familia, en nuestro caso Miguel ha estado pesando los ingredientes y Candela ha contribuido mezclándolos. El resultado, unos deliciosos muffins y una tarde muy divertida.
Para 12 muffins
Ingredientes:
-220 gr de harina
-200 gr de gotas de chocolate blanco
-1 cucharadita de mermelada de fresa por cada muffin
-160 gr de azúcar
-2 cucharaditas de levadura en polvo
-120 gr de mantequilla fundida (no caliente)
-120 gr de leche
-1 huevo grande
-1/2 cucharadita de esencia de vainilla (opcional)
-un pellizco de sal
Precalentar el horno a 180 grados, colocar las cápsulas de papel en nuestra bandeja de hornear (podéis verla en la siguiente foto, con ella conseguimos que nuestras cápsulas no se deformen por el peso de la masa, es muy útil también para hornear magdalenas, como veremos en una próxima receta) y reservar.
Mezclamos el azúcar con la levadura, sal y harina y por otro lado, trabajamos la mantequilla, el huevo, la leche y la vainilla. Una vez mezclado añadimos los ingredientes secos e incorporamos las gotas de chocolate.
Para el llenado de las cápsulas utilizamos una cuchara de helados, para así verter siempre la misma cantidad de masa,sobre la que después echaremos una cucharadita de mermelada para acabar cubriendo con la masa restante.
Horneamos durante 25 minutos a 180 grados. Podemos disfrutarlos tibios o fríos.
A continuación seguimos con nuestro relato.
No deja de sorprenderme. Carlota se ha puesto colorada cuando ha visto a James en el asiento trasero del taxi que ha venido a buscarnos. Y eso que se mueve como pez en el agua en los espacios cortos. Se ha puesto un vestido negro con falda entallada que le sienta de maravilla y unos altos tacones que realzan su figura. No sé si no estará disparando con balas de fogueo. Yo procuro mantener la discrección, pero me apunto a la parte informativa de la cita, anhelando cualquier pista sobre Victoria y su familia. Por el camino charlan precipitadamente de banalidades, mientras observo las calles con tráfico intenso, los semáforos cambiando al unísono y las luces de los comercios apagándose en el cierre. Atravesamos el Strand hasta Covent Garden. El ambiente en Sophie´s Steakhouse contrasta con el exterior; dentro hay un ruido contenido de enjambre de camareros en faena y la totalidad de las mesas están ocupadas. Menos mal que James hizo la reserva. Durante la espera de los aperitivos y frente a una copa de vino, James nos explica algunos detalles del pasado de su abuelo, hasta donde él alcanza.
En 1939 y ante el cariz de los acontecimientos, el gobierno inglés decidió establecer un plan de evacuación que garantizase al menos la seguridad a los niños en edad escolar en las principales
áreas urbanas. Se le encargó a Sir John Anderson y se conoció como la operación Pied Piper. Se trataba de enviar a la población civil, niños, mujeres y personal docente a lugares rurales e incluso al extranjero. Se evitaba así su mantenimiento a la vez que se liberaba mano de obra femenina para la fabricación de municiones. Esto visto así, pareció una idea excelente, pero en el fondo supuso un trauma de proporciones gigantescas para casi tres millones y medio de personas. Mi abuelo fue movilizado en la primera oleada del 01 de septiembre y trasladado al norte de Inglaterra junto a mi madre. En esa fecha perdió el contacto con Suri y su familia. Hasta el último momento se quedó a su lado e intentó convencerla de que saliesen también de Londres, pero fue en vano. El obrador seguía en marcha y por el momento nada hacía percibir un cambio de actitud.
Fueron días muy duros. Los padres se despedían de los hijos entregándoles apenas una máscara de gas, una muda para cambiarse y un poco de comida para el viaje y aunque las noticias eran confusas el propio Parlamento se trasladó a Stratford-upon-Avon, cerca de Birmingham. Niños y maestros subían a los trenes sin saber su destino, carentes de servicios debían aguantar horas sin orinar, sentados en la tablazón desnuda del vagón, con escasos alimentos acababan hambrientos y agotados. James Cullingham fue uno de ellos. En los primeros días se distribuyeron por casas de campo y los más robustos pasaron a ocuparse de tareas agrícolas que les dejaban extenuados por la falta de hábito. No fue hasta 1944 cuando pudo volver a Londres. Lo que fue de él durante eso años es un misterio hasta para su propia familia. Siempre habló poco de esos años oscuros de su pasado: metido en un cuarto trasero de la granja, con un jergón de paja, un cabo de vela y una escudilla para la comida. Alguna paliza de cuando en cuando fueron robusteciendo su carácter, pero al menos tenía un plato caliente cada noche y sus necesidades cubiertas. Periódicamente se escribía con sus padres y siempre les contestó aseverando un bienestar que para nada sentía. El recrudecimiento de los bombardeos sobre Londres en fechas venideras le obligarían a mantenerse alejado, suspirando por un tiempo irrecuperable. Cuando volvió era un hombre transformado. El final de la guerra frenó su alistamiento.
Sé que durante varios años se escribió con Suri y que mantuvo la esperanza en su reencuentro con ciega confianza. Pero el tiempo y la distancia fueron minando sus resistencia. Mi abuela también era una refugiada en una granja cercana y a menudo compartían charlas y diversiones junto a otros chicos de su edad. Su juventud hizo el resto; sus cartas con Suri se fueron espaciando y su relación con la tahona dejó de importarle hasta su regreso. De aquel chico alegre y enamoradizo no quedaba nada. De su amor por Suri sólo los rescoldos. Y ésto es cuanto sé del abuelo James y el éxodo en el que se vio involucrado. La posguerra fue otra cosa.
Hemos llegado a los postres casi sin emitir palabra, abstraídas por la narración de James y por sus maneras calmadas. El resto de la conversación gira sobre sus vacaciones en España, su divorcio sin niños de por medio y su pesado trabajo en un despacho de abogados de la City. Nada que llame mi atención; así que como quien no quiere la cosa, manifiesto mi intención de retirarme. No deben preocuparse, llamo a un taxi y en un santiamén me planto en el hotel. Pueden continuar la velada sin mí. (Espero que Carlota me ponga al día en el desayuno). Y me retiro cruzando los teléfonos con James. Le estoy enormemente agradecida y confío en verle en el futuro. Cuando llego al hotel me tiro como voy encima de la cama, abro mi libro, y leo una nueva carta de Victoria. ¿Por qué necesito tus noticias si hace unos días ni siquiera existías?
Querido Andrew:
Ha sido un momento. He cerrado los ojos y cuando los he abierto ha sido como si los cañonazos sonasen en el salón de casa. Percibo tan cerca la guerra que se me eriza el pelo al pensarlo. Temo por los niños. Yo ya estoy curada de espanto con tu partida y mis miedos van por lo afectivo más que por lo físico. Desde luego que tengo miedo al dolor y al sufrimiento, pero lo que no puedo soportar es pensar que les pueda pasar algo a mis niños. Un sudor frío perla mi frente en cada despertar y contemplo pálida la máscara de gas que reposa en la mesilla de noche. No les creo capaces, y sin embargo, cuentan tales atrocidades de aquellos lugares por donde pasan. En el fondo, ya no hay lugar seguro. Veo a los militares y a la guardia nacional pertrechar las calles con sacos junto a las bocas de metro; reforzamos las contraventanas y lanzamos al aire numerosos dirigibles, pese a que por el momento no ha llegado ningún avión enemigo. No sé por qué pienso así, todavía no se ha determinado nuestra posición en el conflicto; no obstante, todo parece indicar que será inminente nuestra participación. Pese a que los niños son ajenos a este acontecer, cuando me miran de frente tengo que desviar mi mirada para que no noten que miento a sabiendas. El momento de prevenirles no tardará en llegar.
He decidido no enviarles fuera. Desconozco de si modo equivocado o no prefiero tenerles a mi lado y que mi suerte corra pareja a la suya. Sé que no podré hacer mucho por defenderles en caso necesario, pero quiero creer que bajo mi amparo aumenta su seguridad. ¡Qué estupidez! Annie apoya mi postura y tampoco enviará a Suri. Ya vale de tanto ir y venir; ahora que parece se ha habituado a nosotras. No descartamos una desbandada al campo, a casa de sus padres, pero preferimos mantener la calma. Definitivamente nos hemos instalado juntas. A menos que aparezcas en fechas próximas, preferimos compartir estos días pesarosos con la inestimable ayuda de nuestra mejor amiga. Los niños están frenéticos pues los cambios se suceden a diario. Las escuelas preparan la evacuación y marcan las pautas para un tiempo indeterminado. Cartas conminatorias en los fondos de las carteras aducen razones para la partida y el nerviosismo entre la población está alcanzando cotas dramáticas. Hemos intentado acaparar alimentos pero no resulta nada fácil. Aumentadas las existencias de harina, sal y azúcar, no creo que duren mucho. Los huevos están racionados y la carne es un bien escaso; el huerto de los Murray tendrá que convertirse en nuestra mejor fuente de abastecimiento. Thomas se está portando estupendamente, pero pronto nos dejará por tareas de otra naturaleza.
Esta noche Julen se ha acercado a mi cama cuando estaba con María del Carmen dormida en mis brazos y me ha preguntado si tendrá que irse de nuevo. Rotundamente le he contestado que no y le he abrazado con todo el amor del que he sido capaz. Lo ha entendido, ha roto a llorar de felicidad y me ha mojado la camisa de dormir; le he dejado que durmiese a mi lado. ¡Con cuánta rapidez deben crecer los niños en estos días aciagos! Se ha dormido profundamente al instante y mientras le mesaba el cabello te he traído a mi memoria, tan indefenso como mi Julen mientras los enemigos te cercan.
Lucy Faithfull ha venido acompañando a Annie por la mañana y nos ha conminado a obrar como la mayoría. Pensaba convencernos con su presencia. Tiene ventinueve años y una energía que le sale por los poros. Trabaja para el Comité Anderson donde ejerce de voz sensata y conciliadora. Se ha ido algo apesadumbrada al fallar en su propósito, pero agradece nuestra firmeza y se pone a nuestra disposición por si cambiamos de parecer. Quiero creer que en manos de esta mujer la evacuación será un éxito, transmite sentimientos cálidos y pasión por su trabajo, en tanto que desde el Gobierno se percibe improvisación y desconcierto. Podíamos salir con los pequeños, pero si me alejo de nuestra casa, cómo me encontrarás. No puedo. Debo permanecer aquí mientras pueda. Cada día sé que está más cerca tu regreso y en la distancia, aunque en escasos instantes, soy feliz. Tuya. Victoria, a 28 de agosto de 1939.
Horneamos durante 25 minutos a 180 grados. Podemos disfrutarlos tibios o fríos.
A continuación seguimos con nuestro relato.
No deja de sorprenderme. Carlota se ha puesto colorada cuando ha visto a James en el asiento trasero del taxi que ha venido a buscarnos. Y eso que se mueve como pez en el agua en los espacios cortos. Se ha puesto un vestido negro con falda entallada que le sienta de maravilla y unos altos tacones que realzan su figura. No sé si no estará disparando con balas de fogueo. Yo procuro mantener la discrección, pero me apunto a la parte informativa de la cita, anhelando cualquier pista sobre Victoria y su familia. Por el camino charlan precipitadamente de banalidades, mientras observo las calles con tráfico intenso, los semáforos cambiando al unísono y las luces de los comercios apagándose en el cierre. Atravesamos el Strand hasta Covent Garden. El ambiente en Sophie´s Steakhouse contrasta con el exterior; dentro hay un ruido contenido de enjambre de camareros en faena y la totalidad de las mesas están ocupadas. Menos mal que James hizo la reserva. Durante la espera de los aperitivos y frente a una copa de vino, James nos explica algunos detalles del pasado de su abuelo, hasta donde él alcanza.
En 1939 y ante el cariz de los acontecimientos, el gobierno inglés decidió establecer un plan de evacuación que garantizase al menos la seguridad a los niños en edad escolar en las principales
áreas urbanas. Se le encargó a Sir John Anderson y se conoció como la operación Pied Piper. Se trataba de enviar a la población civil, niños, mujeres y personal docente a lugares rurales e incluso al extranjero. Se evitaba así su mantenimiento a la vez que se liberaba mano de obra femenina para la fabricación de municiones. Esto visto así, pareció una idea excelente, pero en el fondo supuso un trauma de proporciones gigantescas para casi tres millones y medio de personas. Mi abuelo fue movilizado en la primera oleada del 01 de septiembre y trasladado al norte de Inglaterra junto a mi madre. En esa fecha perdió el contacto con Suri y su familia. Hasta el último momento se quedó a su lado e intentó convencerla de que saliesen también de Londres, pero fue en vano. El obrador seguía en marcha y por el momento nada hacía percibir un cambio de actitud.
Fueron días muy duros. Los padres se despedían de los hijos entregándoles apenas una máscara de gas, una muda para cambiarse y un poco de comida para el viaje y aunque las noticias eran confusas el propio Parlamento se trasladó a Stratford-upon-Avon, cerca de Birmingham. Niños y maestros subían a los trenes sin saber su destino, carentes de servicios debían aguantar horas sin orinar, sentados en la tablazón desnuda del vagón, con escasos alimentos acababan hambrientos y agotados. James Cullingham fue uno de ellos. En los primeros días se distribuyeron por casas de campo y los más robustos pasaron a ocuparse de tareas agrícolas que les dejaban extenuados por la falta de hábito. No fue hasta 1944 cuando pudo volver a Londres. Lo que fue de él durante eso años es un misterio hasta para su propia familia. Siempre habló poco de esos años oscuros de su pasado: metido en un cuarto trasero de la granja, con un jergón de paja, un cabo de vela y una escudilla para la comida. Alguna paliza de cuando en cuando fueron robusteciendo su carácter, pero al menos tenía un plato caliente cada noche y sus necesidades cubiertas. Periódicamente se escribía con sus padres y siempre les contestó aseverando un bienestar que para nada sentía. El recrudecimiento de los bombardeos sobre Londres en fechas venideras le obligarían a mantenerse alejado, suspirando por un tiempo irrecuperable. Cuando volvió era un hombre transformado. El final de la guerra frenó su alistamiento.
Sé que durante varios años se escribió con Suri y que mantuvo la esperanza en su reencuentro con ciega confianza. Pero el tiempo y la distancia fueron minando sus resistencia. Mi abuela también era una refugiada en una granja cercana y a menudo compartían charlas y diversiones junto a otros chicos de su edad. Su juventud hizo el resto; sus cartas con Suri se fueron espaciando y su relación con la tahona dejó de importarle hasta su regreso. De aquel chico alegre y enamoradizo no quedaba nada. De su amor por Suri sólo los rescoldos. Y ésto es cuanto sé del abuelo James y el éxodo en el que se vio involucrado. La posguerra fue otra cosa.
Hemos llegado a los postres casi sin emitir palabra, abstraídas por la narración de James y por sus maneras calmadas. El resto de la conversación gira sobre sus vacaciones en España, su divorcio sin niños de por medio y su pesado trabajo en un despacho de abogados de la City. Nada que llame mi atención; así que como quien no quiere la cosa, manifiesto mi intención de retirarme. No deben preocuparse, llamo a un taxi y en un santiamén me planto en el hotel. Pueden continuar la velada sin mí. (Espero que Carlota me ponga al día en el desayuno). Y me retiro cruzando los teléfonos con James. Le estoy enormemente agradecida y confío en verle en el futuro. Cuando llego al hotel me tiro como voy encima de la cama, abro mi libro, y leo una nueva carta de Victoria. ¿Por qué necesito tus noticias si hace unos días ni siquiera existías?
Querido Andrew:
Ha sido un momento. He cerrado los ojos y cuando los he abierto ha sido como si los cañonazos sonasen en el salón de casa. Percibo tan cerca la guerra que se me eriza el pelo al pensarlo. Temo por los niños. Yo ya estoy curada de espanto con tu partida y mis miedos van por lo afectivo más que por lo físico. Desde luego que tengo miedo al dolor y al sufrimiento, pero lo que no puedo soportar es pensar que les pueda pasar algo a mis niños. Un sudor frío perla mi frente en cada despertar y contemplo pálida la máscara de gas que reposa en la mesilla de noche. No les creo capaces, y sin embargo, cuentan tales atrocidades de aquellos lugares por donde pasan. En el fondo, ya no hay lugar seguro. Veo a los militares y a la guardia nacional pertrechar las calles con sacos junto a las bocas de metro; reforzamos las contraventanas y lanzamos al aire numerosos dirigibles, pese a que por el momento no ha llegado ningún avión enemigo. No sé por qué pienso así, todavía no se ha determinado nuestra posición en el conflicto; no obstante, todo parece indicar que será inminente nuestra participación. Pese a que los niños son ajenos a este acontecer, cuando me miran de frente tengo que desviar mi mirada para que no noten que miento a sabiendas. El momento de prevenirles no tardará en llegar.
He decidido no enviarles fuera. Desconozco de si modo equivocado o no prefiero tenerles a mi lado y que mi suerte corra pareja a la suya. Sé que no podré hacer mucho por defenderles en caso necesario, pero quiero creer que bajo mi amparo aumenta su seguridad. ¡Qué estupidez! Annie apoya mi postura y tampoco enviará a Suri. Ya vale de tanto ir y venir; ahora que parece se ha habituado a nosotras. No descartamos una desbandada al campo, a casa de sus padres, pero preferimos mantener la calma. Definitivamente nos hemos instalado juntas. A menos que aparezcas en fechas próximas, preferimos compartir estos días pesarosos con la inestimable ayuda de nuestra mejor amiga. Los niños están frenéticos pues los cambios se suceden a diario. Las escuelas preparan la evacuación y marcan las pautas para un tiempo indeterminado. Cartas conminatorias en los fondos de las carteras aducen razones para la partida y el nerviosismo entre la población está alcanzando cotas dramáticas. Hemos intentado acaparar alimentos pero no resulta nada fácil. Aumentadas las existencias de harina, sal y azúcar, no creo que duren mucho. Los huevos están racionados y la carne es un bien escaso; el huerto de los Murray tendrá que convertirse en nuestra mejor fuente de abastecimiento. Thomas se está portando estupendamente, pero pronto nos dejará por tareas de otra naturaleza.
Esta noche Julen se ha acercado a mi cama cuando estaba con María del Carmen dormida en mis brazos y me ha preguntado si tendrá que irse de nuevo. Rotundamente le he contestado que no y le he abrazado con todo el amor del que he sido capaz. Lo ha entendido, ha roto a llorar de felicidad y me ha mojado la camisa de dormir; le he dejado que durmiese a mi lado. ¡Con cuánta rapidez deben crecer los niños en estos días aciagos! Se ha dormido profundamente al instante y mientras le mesaba el cabello te he traído a mi memoria, tan indefenso como mi Julen mientras los enemigos te cercan.
Lucy Faithfull ha venido acompañando a Annie por la mañana y nos ha conminado a obrar como la mayoría. Pensaba convencernos con su presencia. Tiene ventinueve años y una energía que le sale por los poros. Trabaja para el Comité Anderson donde ejerce de voz sensata y conciliadora. Se ha ido algo apesadumbrada al fallar en su propósito, pero agradece nuestra firmeza y se pone a nuestra disposición por si cambiamos de parecer. Quiero creer que en manos de esta mujer la evacuación será un éxito, transmite sentimientos cálidos y pasión por su trabajo, en tanto que desde el Gobierno se percibe improvisación y desconcierto. Podíamos salir con los pequeños, pero si me alejo de nuestra casa, cómo me encontrarás. No puedo. Debo permanecer aquí mientras pueda. Cada día sé que está más cerca tu regreso y en la distancia, aunque en escasos instantes, soy feliz. Tuya. Victoria, a 28 de agosto de 1939.
Pero qué buena pinta!!! Y no sólo estos muffins si no todo el blog!
ResponderEliminarMe quedo sin pensarlo!!
Por lo que he visto es nuevito como el mío. Vamos nuestros Babies Blogs!!!
Bss
Mica
Hola Mica, encantada de tenerte por aquí.
EliminarYa ves que casi recién estrenado, los muffins salen bien aunque no quieras, sencillos y ricos.
Un beso
Madre mía qué pinta tienen, es que me encanta el chocolate blanco y tengo gotas en casa, así que mañana ya sé qué voy a hacer. Me parece que has hecho algún cambio en el blog, te está quedando precioso. Yo también estoy con el curso de Blanca y a la vez haciendo cambios, poco a poco. Muchas gracias por la receta. Un besico.
ResponderEliminarYa ves que no puede ser mas sencillo, con las galletas que preparas, esto es pan comido. Espero que te gusten.
EliminarY si, estamos de cambios con el curso dos de Blanca, pero muy poco a poco, me falta tiempo; no se cuando conseguiré terminar.
Un beso
Gracias por tu visita, ahora tengo tiempo para pasarme y me sorprendí con estos muffins que te dan ganas de meterles un bocado! Y me como un cupcake para tranquilizarme, jiji... Muy buena pinta, diría que espectacular!!! Besos :)
ResponderEliminarGracias Mara, la verdad es que estaban muy ricos y no dan nada de trabajo.
EliminarUn beso
Ay Angeles!!!
ResponderEliminarMe encanta el cambio de look del blog,te ha quedado precioso y muy elegante.
Y que voy a decirte de estos muffins que pintaza!!!Y con chocolate blanco ñam,ñam...
Un besote!
Merengue y Frambuesa
Gracias mil, me alegra que te guste, aún no está terminado, pero con el curso 2 de Blanca parece que voy encontrando el estilo que me gusta. Aunque despacio muy despacio. Los muffins estaban riquísimos y lo mejor es que dan tan poco trabajo.
EliminarUn beso!!
Vaya muffins, madre mía, tienen una pinta que ni te cuento! Un beso y feliz Semana Santa.
ResponderEliminarSi, estaban ricos, ricos. Igualmente, que la disfrutes tu también.
EliminarUn beso
Ángeles, los muffins geniales y sencillos!!
ResponderEliminarQue tarde más divertida deben de haber pasado haciéndolos y luego comerlos...que maravilla.
Me gusta el cambio que estás haciendo en tu blog.
Un abrazo,
María
Si María, lo cierto es que se lo pasan bien con tan poco!! Disfrutamos un montón tanto ellos como nosotros y cuando ven el resultado... Lo mejor, que se animan a probar casi todo si lo han cocinado ellos.
EliminarMe alegra que te gusten los cambios que estoy haciendo, voy muy despacio pero van llegando.
Un beso
Que pinta!!!!
ResponderEliminarNunca he hecho muffins y creo que me voy a animar con esta receta :-)
Vengo de la fiesta de blogs.
Http://www.cuantodulce.com
Anímate y me cuentas que es supersencillo y quedan muy ricos.
EliminarEncantada de tenerte por aquí.
Un beso
Qué buena receta, me encanta el chocolate blanco! Me gusta mucho esta mezcla de cocina y literatura :)
EliminarGracias Angie, me alegra que te guste tanto la receta como los relatos.
EliminarUn beso
Suerte de que acabo de comer algo, por que tienen una pinta...!! Vengo de fiesta de enlaces. Besos.
ResponderEliminarEncantada de tenerte por aquí.
EliminarUn beso
Espero que sigan quedando porque me pido uno para desayunar!! O mejor dicho...unos cuantos!!
ResponderEliminarAna de JUEGO DE SABORES
En ese caso habrá que volver a hacer, aquí no dura casi nada mas de 48 horas, jaja
ResponderEliminar"Como del azúcar se hace arte" esta es la frase que puedes ver en la portada del blog "Cajitas de galletas" …. y arte … arte es lo que le sobra a este blog y a todos los dulces que nos presenta Angeles …premio para ti!! venga las golosas … que entren rápido que se acaba!!!
ResponderEliminarhttp://lachicadelmaletin.blogspot.com.es/2013/03/20-premiados-desde-la-chica-del-maletin.html
Gracias Blanca, encantada de que te guste!!
EliminarUn beso
me encanta el cambio de cabecera del blog! :)
ResponderEliminary las magdalenas por supuesto!!! ;)
Eliminar