jueves, 31 de octubre de 2013

Almendras garrapiñadas


Desconozco la razón por la que asocio el tiempo frío con los frutos secos; será porque desde siempre recuerdo en las casas de nuestros abuelos, tíos, vecinos y padres las fuentes que decoraban la tradición navideña, y en ellas, junto a los mazapanes y polvorones siempre aparecían montañitas de almendras, cacahuetes o pistachos. Recuerdo cuando la señora Felisa, vecina en el pueblo, nos obsequiaba con un bote de estas almendras. Es de ella de quién aprendí a hacerlas, nos siguen encantando y cualquier momento es bueno para sacar unas cuantas a la mesa y dejar que su sabor dulzón con su textura crujiente nos deleite el paladar.





Ingredientes:
 -1 vaso de agua
-1 vaso de azúcar
-1 vaso de almendra cruda

La receta no puede ser más sencilla, tomaremos como medida un vaso o taza y echamos en una sartén un vaso de cada uno de los ingredientes. A fuego fuerte dejamos que el azúcar se disuelva removiendo de vez en cuando.
Cuando veamos que el almíbar empieza a espesar, bajamos a fuego medio y empezamos a remover sin parar. Se formará un polvo blanco que parece que nunca va a adherirse a la almendra, pero no dejéis de remover y en cuestión de minutos tendréis parte del azúcar bien pegado a ellas. 
Seguimos moviéndolas hasta que el azúcar que queda por la sartén se carameliza ligeramente y acaba en la almendra, dándole su color característico.

Un clásico delicioso, empiezas y no puedes dejar de comerlas. Eso sí, son sólo aptas para golosos.
Como siempre vamos ahora con nuestro relato.


Ese gigante que duerme en verano a los pies de un frondoso árbol se ha despertado y sopla con fuerza a la llegada de un otoño tardío. Tengo frío en casa y procuro envolverme en una manta sobre varias capas de ropa. Cuando me acuesto empiezo a sentir la tiritera del invierno y la colcha es incapaz de proporcionarme el calor que necesito, así que me acerco a mi marido buscando la tibieza de su cuerpo acurrucándome como un pequeño pajarillo hasta coger el sueño. Son tan cortos los días y tan fresca la aurora que apetece retozar unos instantes robados al despertador antes de levantarse. Viene un temporal de nostalgia y melancolía envuelto en brumas y opacas nubes de lluvia gris y aceras mojadas. 
Se acumulan los recuerdos de los que se fueron y nos dejaron un vacío en el alma y quizás se haga más duro el caminar de los que quedamos. Esto es así, inamovible, nadie ni nada puede cambiarlo, ni las flores que con cariño depositamos en los nichos del cementerio, ni las poesías que leemos para aplacar el pensamiento que se enerva. Hasta la cama sube el aroma del café recién hecho y un leve olor a tostada hecha en demasía. No voy a importunar a Carlota en el día de difuntos, y menos aún me acercaré a Margot, todavía en estado de sock tras su triste suceso. Por eso, escuchando los pasos en los pasillos, las tazas tintineando en la cocina y los gritos de la familia desbocada, abro ligeramente las persianas y dejo traspasar la luz de la mañana lo suficiente para poder leer con calma al abrigo de mi cuarto las últimas noticias de Victoria. Hay un vacío, una hoquedad que reside en las páginas siguientes, y aunque busco adelantando y atrasando páginas respuestas que lo llenen, llego a la conclusión de que su vida tuvo un discurrir sin sobresaltos, sin nada reseñable que la impulsase a plasmarlo en el papel. Hasta que algo perturbó su plácida existencia.

Querido Andrew:
No puedo creer que al fin tengamos noticias de Julen. En verdad había perdido la fe después de tanto tiempo.Tú ocupado en tus quehaceres apenas te has percatado de mis desvelos, de mi zozobra cada día asomada al buzón de la entrada, acosando al cartero para que traiga nuevas de uno o de otra. Ya casi ha pasado un año desde que Suri desapareció y todavía no sabemos nada de ella; sospecho que partío en busca de Sasha, pero son conjeturas de una vieja preocupada. ¡Qué le haría ese mal nacido para tomar una decisión tan drástica!. Por su culpa la hemos perdido, a ella y a la niña pues ya no deja asomar nuestras narices por la casa. Es más, te lo anticipo, nos pone de patitas en la calle; en corta fecha debemos dejar la casa y la tahona, no quiere ningún vínculo con la familia de su mujer, hasta allí llega su amargura. No sé qué vamos a hacer. Yo quiero seguir trabajando, no sirvo para ama de casa, y menos ahora que sólo María del Carmen reclama mi atención. Poco tenemos que sacar del apartamento, son tan pocas las cosas que poseemos, casi todas acaparadas después de la guerra. Pero, ¿y los recuerdos?, ¿cómo podremos llevárnoslos en los cortos hatillos que hagamos? Y a pesar de la concatenación de desgracias que se ceban en nosotros, la carta de Julen ha sido un soplo de aire fresco que me ha dado la vida. Mi niño se acuerda de nosotros, nos tiende un puente con el que mantenernos unidos pese a la distancia. Así es él, firme como el acero y puro como el diamante. Por eso hoy, con las maletas en el descansillo de la escalera, el horno apagado en la tahona, mirando a través de las ventanas por las que durante tantos días reclamé tu presencia posando mi mirada, estoy feliz. Y eso, ni James, ni un millón de James que naciesen, serían capaces de quitármelo. Así nos dice Julen: 
“¡Cómo me gustaría que estuviesen aquí, madre! Esta ciudad es mágica. Las calles se llenan de gente desde primeras horas; se escuchan conversaciones desenfadadas, se habla de trivialidades, del tiempo, el béisbol o los turistas. Lo edificios desafían a la gravedad hasta tocar el cielo. ¡Si pudiese ver la panorámica desde el Empire State como la vi yo! Me dio vértigo, no crea, pero cuando te acostumbras a la altura contemplas miles y miles de rascacielos en avenidas rectilíneas confluyendo hasta Central Park con la Estatua de la Libertad al fondo. ¡Qué delicia! Pasear por el césped con un bocadillo en el bolsillo, detenerse en un banco y disfrutar del paisaje, de otros que como yo dejan pasar el tiempo con delectación, sin prestarle atención, abandonando ese miedo atroz que dejamos en Europa. Y no es que se haya perdido la conciencia de la guerra finalizada, pero hay tanto que hacer, tantas cosas que requieren nuestra atención.
Pero antes que nada, debo pedirle perdón. Sé que no obré con cordura cuando huí precipitadamente de Londres para subirme en un mercante con pasaje de tercera y cruzar el océano en pos de un futuro turbio de inciertas expectativas. Ahora he comprobado que mi sitio está aquí. Ha pasado tanto tiempo que temo reabrir heridas quizás cicatrizadas, las que dejó mi marcha en los colvulsos días que le tocó vivir. Pero tengo que confesarle que no podía más. La boda de Suri con el cretino de James fue la gota que colmó el vaso. Si me hubiese quedado no sé qué hubiera hecho; ese imbécil no se merecía a Suri. Siempre creí que la haría sufrir, ojalá ande equivocado. 
 Mi llegada a América estuvo marcada por los rigurosos controles de inmigración, los cacheos, interrogatorios y exámenes médicos, que me dejarían exhausto durante los primeros días de aclimatación. Encontré una pequeña habitación en un hostal del Village y allí puse en orden mis ideas. Gracias a algunos compatriotas llegados con anterioridad y a la labor de algunas instituciones religiosas llegué con mis huesos a encontrar un trabajo de mierda en un apestoso restaurante de Tribeca, donde cada día luchaba por mantenerme en la convicción de mi acierto, y cada noche me atormentaba en la creencia de un error descomunal. Pasaron los días y me fui haciendo a las costumbres, al leve cambio idiomático y a una ciudad absorbente y subyugante. Las primeras propinas me proporcionaron un atuendo más digno, un sombrero a tono con el entorno y la posibilidad de asistir a estrenos y cenas con amigos. Rápidamente me integré en el paisaje, como uno más sin dejarme intimidar por el cosmopolitismo, el urbanismo y el denso tráfico, contemplaba gente alegre , niños grasientos bien comidos, un aire de paz en cada rincón de la bulliciosa urbe; pronto todo ello dejó de extrañarme y yo mismo me sorprendí sonriendo a menudo, fumando despreocupado y acudiendo con felicidad a un trabajo basura. Fui consciente de mi suerte al cabo de algún tiempo; encontré un socio capitalista que creyó en un negocio de harina y repostería y abrí mi primera tienda en la cincuenta y cuatro. Recordé cada instante pasado a su lado, cada consejo relativo a la masa y al fuego, sin olvidar lo prosaico del negocio. Aquí todo lo mueve el dólar, es el espejo en el que todos se miran, si fluye, si aumenta, si cambia de color en nuestras manos, ese es el termómetro de la felicidad en esta pequeña isla que habito. Quizás no sea demasiado ético, pero así es. Con tanto trabajo se me pasaron las semanas sin encontrar un resquicio para darle noticias, para ponerla al corriente de mis actos. No tema, no olvido sus sabios consejos de honestidad y cordura y a ellos me aferro en esta tierra de oportunidades. Pareciera que la guerra fuera historia del pasado remoto en estos cielos límpidos y otoños de hojas secas; para mi, que he vivido cada día de mi vida rodeado de violencia y pesadumbre , esto es lo más cercano al paraíso. Y a pesar del tiempo y la distancia mi amor ha ido creciendo con la soledad, añoro su ternura, su pasión, sus sonrisas. Quiero sus noticias, necesito de sus palabras, y quizás un día podamos reunirnos en esta nueva tierra. Nueva York, Julen, octubre de 1947".

Me ha dado un vuelco el corazón, Andrew, por poco me como al cartero a besos; tantos días esperando, tantos sinsabores y resulta que está bien, hecho un primor, convertido en un hombre hecho y derecho; lo que no le privará de un tirón de orejas cuando le vea. 
Por favor, vuelve rápido, pués no sé que hacer con la mudanza y a ese sinvergüenza de James no quiero verle ni en pintura. Londres 20 de noviembre de 1947.





17 comentarios:

  1. Que ricas las almendras garrapiñadas, mira ahora podré hacerlas en casa, gracias Angeles por compartir la receta!
    Feliz Halloween, feliz fin de semana de todo los Santos :)
    Besos, Mara

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  2. Te han quedado perfectas, a mi padre les encantan, asi que me llevo tu receta para hacerselas. Mil besicos cielo

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  3. A mí también me encantan, Qué ricas están. Un besito muy grande y que tengas un buen fin de semana.

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  4. Yo soy supergolosa asi que ¡a por ellas!!!
    Un beso
    Paloma

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  5. Me encantan las almendras garrapiñadas, pero nunca las he hecho, a ver si con tu post me animo, ja, ja. Un besico y gracias por compartirla, las fotos son estupendas. Un besico.

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  6. Son un autentico vicio!!besos
    dezazu.blogspot.com.es

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  7. Mi abuela Luisa, siempre que íbamos a verla de pequeños nos tenía preparada una bolsita de almendras garrapiñadas y otra de caramelos de violeta. Que recuerdos…
    Yo también las asocio a las fiestas de los pueblos, la verbena, la feria, los puestos…
    Un beso
    Vir

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  8. Me encantan estas almendras ¡¡¡¡¡ Tengo un almendro en casa y no soy capaz de gastar todas las almendras que dá
    Voy a probar tu receta, si o si.
    Besitos

    Mercedes.

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  9. Ángeles me puedo llevar unas pocas en una bolsa ???? Que buenas....

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  10. Qué ricas Ángeles, nos devuelven a la infancia, cuando los domingos comprábamos bolsitas que nos comíamos en un santiamén, ja, ja...
    Un abrazo.

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  11. Mmm qué ricas Ángeles¡ Me chiflan las almendras garrapiñadas y las tuyas tienen una pinta deliciosa.
    Besos

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  12. Adooooooooooro... Huuuuuuuuuuuuummmmmmmmmm!!!!
    Beijos Márcia (Rio de Janeiro - Brasil)
     
    http://decolherpracolher.blogspot.com

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  13. Coincido contigo en que las almendras garrapiñadas tienen ese toque de nostalgia que las convierte en algo especial
    Sin duda, deliciosas Angeles!
    Un beso. Sonia

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  14. ¡Hola Ángeles! Lo primero de todo muchísimas gracias por tu comentario, esperemos que nos salga todo bien. Si no seguimos como estamos, es mucho trabajo pero como suele decirse "sarna con gusto no pica" Bueno ahora a comentar ¡¡¡Esto no se hace!!! Madre mía con lo ricas que están las almendras garrapiñadas y a la vez lo que engordan. Encima yo siempre me las tomo para rematar con helado de vainilla, jajaja. Un minuto en el paladar, toda la vida en el trasero. Besoooos 40ytantas

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  15. "El termometro de la felicidad" me quedo con esto, y con el dulce de tus garrapiñadas para que aumente la temperatura de mi termometro hasta caramerizarloooooo!!!!
    Besitos!!!

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  16. Hola que tal? me he dado una vuelta por tu blog y me encanta. Te invito a conocer el mío http://awesomeneedles.blogspot.com.es/
    Espero que te guste. Un saludo

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  17. Estas almendras garrapiñadas son las mejores que he visto en ninguna parte, riquísimas y perfectas, que mano tienes para todo.

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Me gustan tus comentarios, me encanta leerlos todos, gracias por molestarte en escribirlos.

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