martes, 19 de febrero de 2013

Bizcocho de coco


Siempre que recuerdo París, vienen a mi memoria sus calles mojadas, la fina lluvia golpeando los toldos de los bistrots y la gente guareciéndose en los soportales, bajo la atenta mirada de las piedras que jalonan las riberas del Sena. Pero aquella mañana contradijo mi memoria y salió radiante, con un sol frío que inundó las calzadas de luz haciendo reverdecer los mejores jardines de la ciudad. La gente salió a las avenidas con una sonrisa en el rostro y el disfrute en la mirada. Rápidamente nos contagiamos del ajetreo de la gran urbe que bulle de vida en cada rincón. Un café caliente y nos pusimos en faena con celeridad.
El regreso no podía demorarse demasiado pues urgían los quehaceres cotidianos; tanto Carlota como yo debíamos regresar con urgencia. No obstante, algo me retenía; y no precisamente en París.
Decidí que, puesto que la distancia con Londres era relativamente corta,y una vez llegadas a ese punto, ¿por qué no hacer una escapada hasta la capital inglesa? Nos miramos a los ojos. Unas llamadas de móvil y a la Gare du Nord, allí cogeríamos un Eurostar para Saint Pancras y en apenas dos horas y media estaríamos en Londres.
Qué me llevó a dar ese paso parece algo obvio; aunque ya conocía el centro de Londres, ardía en deseos de pisar las mismas calles que recorrieran en su día Victoria, Julen y María del Carmen; quién sabe si todavía quedaría algo en pie de aquellos lugares que habitaron, en los que durmieron, comieron y sufrieron. No tenía ni idea de adónde iba, pero no me importaba lo más mínimo, extasiada como estaba con la peregrina idea de acercarme un poco más a una vida que me estaba contagiando con su ternura, humanidad y pasión. ¿Cómo resistirme? La mejor manera de infundirme ánimos fue abrir el libro del que no me separaba; e iniciar el viaje con la lectura de una nueva carta de Victoria. Carlota se pegó a mi vera, puso su palma sobre mi antebrazo, me besó con delicadeza en la mejilla y se encomendó a mis palabras, surgidas de un mar en llamas.  
Pero antes, vamos como siempre con la receta.



Una receta mas que sencilla, de hecho ésta la han llevado a cabo Miguel y Candela, mis hijos, prácticamente sin ayuda. Es un bizcocho con tres texturas y con un toque de coco. En casa nos ha encantado, tanto por su sabor como por la sencillez de su elaboración. 

Ingredientes:
4 huevos
75 gr de harina
220 gr de azúcar 
100 gr de coco rallado
125 gr de mantequilla fundida
300 gr de nata para montar
180 ml de leche
1 cucharada de ralladura de limón
 60 ml de zumo de limón

Batimos los huevos con el azúcar hasta que blanqueen, añadimos la harina y mezclamos, seguimos añadiendo todos los ingredientes y una vez que tenemos todo integrado, vertemos en un molde de 22 cm. LLevamos al horno a 180 grados durante 30-35 minutos. Y ya está lista. Perfecta, deliciosa y suave. Ideal para desayuno o la merienda.

Y ahora,  lady Victoria.

Querido Andrew:
Entre las nubes grises que opacan el cielo del East End, trasluce de cuando en cuando un rayo de luz que nos acerca a la primavera. Así se siente mi corazón esperando tus razones; Annie se ha convertido en esa fuente de luz y por eso la someto sin piedad hurgando en sus más escabrosos recuerdos para que mitigue mi desesperanza. De cómo hemos llegado a tal grado de complicidad tienes buena culpa tú, el eslabón por el que recomponemos los pedazos de vida triturados por los oscuros tiempos que vivimos. Annie ha estado tentada de volver a España en varias ocasiones y en todas la he reconvenido. Puro egoísmo. La quiero a mi lado aunque le pese pues es un báculo impertérrito que me mantiene firme, amén de alguien cercano en quien confío a ciegas y en quien vuelcan su cariño mis retoños. Quiero pensar que son ellos quienes frenan su partida. Sus dudas se acrecientan con los movimientos de tropas en Europa, pero hoy por hoy siente que su lugar está entre sus paisanos, quienes quizás un día necesiten de su fuerza.
Las islas parecen tranquilas, pero sé a ciencia cierta que no será por mucho tiempo; se rumorea que se ha intensificado la fabricación de máscaras para la población ante la posibilidad de un ataque con bombas de gas desde el aire. Todo parece tan irreal y tan lejano; sin embargo, qué rápido está sucediendo todo.
Sé que si estás vivo, que lo estarás, sabrás mantenerte así; eres metódico aunque impulsivo y tienes la sensatez por bandera, de modo que no tomes decisiones descabelladas. Si pudieras escucharme te pediría: que no vuelvas atrás, deja ese país sumido en la miseria para que lo levanten otros y vuelve hacia mis brazos. A aquellos que regresen les espera una muerte injusta, un juicio sin derechos o una muerte indigna. Tampoco te embarques a las Américas bajo promesas de una vida regalada; aguanta estos primeros meses a que se calmen las aguas y los gobiernos alcancen acuerdos que os beneficien y os repatrien. Te necesitamos a ti, a nuestro lado; no importa cómo llegues, pues nosotros sabremos recomponer tus pedazos. Julen me pregunta por tu paradero y en el fulgor de sus infantiles ojos percibo que eres su héroe, un mito más que humano para el muchacho que perdió su pasado cuando soltaron amarras. No sé qué pensará cuando te vea, cuando se dé cuenta de que eres de carne y hueso. No temas, a menudo le hablo de ti y con un mohín soñador creces a su parecer.
Esta es una casa sin dueño desde que faltas y va siendo hora de darle sentido a esta familia. Comprendo de la dificultad de mi empeño y que exijo un esfuerzo que quizás ya no puedas darme, pero tu sentido común te hará conducirte con cuidado y tomar la decisión correcta para nuestro próximo encuentro. Amarte es mi destino y la huella en mi camino, cada paso que doy acorto la distancia, ya casi te veo. Ya casi te alcanzo. Tuya en la distancia , Victoria, Londres a 12 de marzo de 1939.

Observé a Carlota con el rabillo del ojo, quizás reconocí en ella a Annie, y no pude por menos que sonreirle; ambas, amigas inseparables, tan distintas entre sí, pero fieles y seguras. Su semejanza me hizo quererla un poco más.
Entramos en Londres envueltas en la niebla. La humedad cala nuestros huesos y rápidamente buscamos un hotel en el Soho. Apenas algunos viandantes caminan presurosos hacia alguna parte envueltos en gruesos abrigos, la cabeza baja, los pasos ligeros, hasta que se pierden tras la bruma.
Automóviles y taxis frente a los teatros, hervideros de vida al ponerse el sol. La noche cae rauda y la necesidad de algo caliente y un mullido colchón nos reclama con urgencia. Próximas a Covent Garden sentimos el palpitar voraz de la metrópoli.



10 comentarios:

  1. Recuerdos de París......deseando volver!!!!!
    Este bizcocho tiene una pinta estupenda.....a mí también me encanta el coco.....
    Besos

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    Respuestas
    1. Si, París, qué tendrá... Estaba buenísimo, además de que no puede ser más sencillo.
      Un beso

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  2. Me encanta el coco y a mi hijo también, así que con tu permiso, haré esta receta.
    Ay Paris....que buenos recuerdos.....

    Un abrazo,

    María

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    Respuestas
    1. Por supuesto, encantada de que te guste, en casa nos ha encantado!!! y si, París,...
      Un beso

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  3. París, por favor, qué recuerdos, me encanta el bizcocho y el coco, así que buena mezcla. Un besico. Tatiana.

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  4. Madre mía, lo hago seguro eh ;) Qué pinta! Besos.

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    Respuestas
    1. Si te gusta el coco, hazlo y verás que te encanta,buenísimo y sencillísimo!!!
      Un beso

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  5. Hola guapa!! que pinta tiene tu bizcocho, me encanta el toque de coco! besos

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Me gustan tus comentarios, me encanta leerlos todos, gracias por molestarte en escribirlos.

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