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viernes, 3 de enero de 2014

Tiramisú con frambuesas


De cuando en cuando me gusta dejar el horno apagado y realizar cosas sencillas en las que podemos participar todos los miembros de la familia. Uno pone el bol, otro casca los huevos y el más avezado bate con las varillas; unir y listo. Una receta rápida, rica y sencilla, muy sencilla. Ha sorprendido el toque fresco de las frambuesas y las fresas aportándole un poco de originalidad y ligereza a este postre clásico. No siempre la cocina tiene que suponer un pesado trabajo para obtener recompensas al gusto de grandes y pequeños.
Por supuesto podéis variar la receta con las frutas que más os gusten, la original (de Annabel) es con cerezas, pero nosotros la hemos adaptado a nuestros gustos.


Ingredientes:
-500 gramos de queso mascarpone
-4 huevos medianos (separando las claras de las yemas)
-4 cucharadas de azúcar moreno
-Ralladura de una naranja
-1 bizcocho (podemos prepararlo previamente o incluso comprarlo)
-Zumo de dos naranjas colado
-1 cucharada de azúcar blanco
-200 gramos de fresas
-150 gramos de frambuesas

Presentándolo en un recipiente de cristal transparente os ganaréis a todos los comensales.

Ponemos las fresas troceadas y las frambuesas enteras en un bol y espolvoreamos con el azúcar blanco.
Mientras vamos preparando nuestra crema de mascarpone. Ponemos el queso con el azúcar moreno, las cuatro yemas (reservamos las claras) y la ralladura de naranja en un bol y con una cuchara de madera vamos removiendo hasta que no queden grumos.
Batimos las claras a punto de nieve e incorporamos en dos veces a nuestra crema, siempre con movimientos envolventes para intentar mantener el máximo de aire en la preparación. No tengáis prisa en este paso, en mi opinión es el más importante para conseguir una crema superior.
Ya tenemos todo preparado para montar nuestro postre, vamos alternando:
-una capa de bizcocho rompiéndolo con los dedos
-un poquito del zumo de naranja para mojar el bizcocho
-capa de crema de queso
-capa de frambuesas y fresas
y volvemos a empezar con la capa de bizcocho, zumo, crema... hasta llenar nuestro recipiente. Terminar siempre con la crema de mascarpone que espolvorearemos con cacao en polvo en el momento de servir.
Espero que lo disfrutéis tanto como lo hemos disfrutado nosotros.



La irrupción de Bessy en el relato ha llegado con estos primeros días del año; es un soplo de aire fresco después de un final tan angustioso, de penosos problemas laborales, del alejamiento de Carlota, de la ausencia de Margot. Ha fallado el sol de invierno, se ha instalado la niebla, el hielo, la escarcha por los campos y me ha aterido el alma. Este nuevo personaje todo candor, quizás de una sencilla ingenuidad, es la antítesis de algunos hijoputas que pululan momentáneamente por nuestras vidas pretendiendo ser lo que nunca fueron, confundiendo bondad con estupidez, lealtad con idiotez. Seres eternos de ahora y de antaño, tan dañinos como alimañas, tan mortales como la peste. Quiero saber si Bessy pudo soportar su hedor como yo misma lo hice.

En este remanso de paz es fácil hacerse acomodaticio, relajarse en exceso, estancarse en la dejadez. Han sido tantos años de padecimientos y sobresaltos, que no puedo creer que pasen los días sin que nada altere mi devenir: ni una bomba en la fachada de la esquina, ni un obús sobre las terrazas de los edificios colindantes, ni socavones que horaden cada calle que pisamos. Aquí hay una felicidad latente que no había conocido hasta ahora; y sin embargo, detrás de tanto cartón piedra, hay una pátina de tristeza difícil de ocultar, una insolidaridad que trasciende el ámbito cotidiano. Detrás de cada puerta existe un universo ajeno al mundo circundante, cada vecino es prisionero de su ego y de él desconocemos su nombre, profesión y anhelos; se sale para comer, para trabajar, para hacer deporte; no hay quien se preocupe del que da pasos a su lado, del que consume un café en la mesa contigua, ni del que ocupa una butaca aledaña ante una pantalla de cine. Al acabar la última secuencia, cada individuo toma a su pareja o a su familia y se adentra en su círculo conocido. Hay una clase pujante que ha tomado las calles, que observa con recelo a los necesitados, a los llegados de otras tierras o a los de raza distinta. Si un negro camina por su acera, al punto cruzan a la opuesta, si un judío se adentra en los baños públicos, enseguida se halla en soledad, si un pobre tiene la osadía de pedir ante los centros comerciales, rauda la policía se presenta para retirarlo. No es lo mismo leer la guerra desde la distancia, donde no alcanza la onda expansiva de las bombas, con el cielo diáfano de peladillas que descienden y apiadarse de los que no tuvieron tanta suerte, que ver amenazado el entorno en el que vives. Se ha ido creando así una suerte de barrios marginales, de guetos, donde los afines, ya sean pobres, de color, o marginales, son cercados por una barrera invisible de repulsa difícilmente franqueable. Hasta ellos llega una limosna de manutención gubernamental, servicios sociales que se sienten satisfechos al no dejarles morir de inanición, pero que se despreocupan tan pronto tuercen la primera esquina.
En uno de estos edificios vive Bessy y su historia, como la de tantos otros, ha estado marcada por el odio y la violencia. En su pasado no hay calor. Y a pesar de ello, está viva, pese a quien le pese busca su camino entre las trampas de una sociedad putrefacta que le ha dado la espalda cada día. La mira al frente, con serenidad, con las huellas marcadas en su piel aún visibles, con el pelo encanecido del dolor y el frío. Las manos ateridas bajo unos guantes gastados, el ajado sombrero calado hasta las orejas, un abrigo rescatado del embargo con más agujeros que un queso gruyere, gruesas medias y zapatos de verano; cada jornada la veo llegar así, con una sonrisa en el rostro, elevando los brazos para darme su cariño, y poco a poco desgrana una aventura vital que descompone mi alma. Esta es la historia que te debo y que por hoy me callo. Aguarda con paciencia pues Bessy habla con lentitud, echa la vista atrás con parsimonia, sin acritud pero con el dolor pujante de quien ha sido herida. Ella es la calma, yo beligerante. Debe contagiarme su sosiego, su mansedumbre, el eco de un pasado que quiero que conozcas. Júzgalo tú, yo ya lo he condenado. Tuya más lejos que nunca, Victoria, en los albores del año 1951.





6 comentarios:

  1. Madre mia que rico, por favor! Con lo que me gusta el tiramisú! Buenísimo! Un beso y feliz año. La Caja de las Delicias

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  2. Apuntado queda. Debe estar bueníiiiiiiiiisimo.
    Un beso
    Vir

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  3. Hola Ángeles ))) Lo primero desearte feliz año nuevo ))) Me ha gustado muchísimo tu receta de tiramisú y con fresas tiene que estar riquísimo. Un besazo enorme !!!

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  4. Tienes razón ¡¡¡¡¡ De vez en cuando apetece apagar el horno...
    Vaya receta buenísima.... Tiene un aspecto increible...
    Besitos.
    Mercedes.

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  5. Uff, tiramisù... el tiramisù está bueno de todas formas. con fresas y sin ellas jajaja

    Os ha quedado genial, vaya pinta :D

    Besos y feliz año! ^^

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  6. ¡Qué bonito blog tienes! me ha encantado todo lo que he visto hasta ahora. Este tiramisú es super original y seguro que está buenísimo. Así que aquí me quedo para seguir viendo las cosas ricas que haces.
    Besos

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