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viernes, 21 de junio de 2013

Galletas, dulce de leche y chocolate

Una sobre otra formando una torre de galletas, dulce de leche y chocolate da pena desmontarla. Sin embargo, cuando metes una a la boca las sensaciones son fabulosas. El chocolate se funde en el paladar junto a la explosión del dulce de leche y la crujiente galleta. Bueno, bueno... una galleta,- dice mi madre. Pero yo la veo que disfruta comiéndosela y se chupa los dedos  rebañando cada miga deliciosa.  Estos días que la veo quejosa por los dolores quiero que se sienta lo mejor posible e intento mitigar sus pesares con azúcar y cariño. ¿Qué mejor modo?

Receta de kanela y limón



Ingredientes:
-250 gr de harina tamizada
-125 gr de mantequilla a temperatura ambiente
-60 gr de azúcar glas
-30 gr de aceite de girasol
-1/2 cucharadita de bicarbonato
-un bote de dulce de leche
-chocolate de cobertura

Se bate la mantequilla hasta tener una crema a la que añadimos el azúcar glas y el aceite y batimos. Añadimos la harina con el bicarbonato en varias veces y mezclamos lo justo hasta integrar.
Precalentamos el horno a 170 grados.

En mi caso metemos la masa en una manga deshechable o en una bolsa y cortamos una esquina. Vamos echando poquito a poco masa en una boquilla rizada grande y presionando sobre la misma masa hacemos churritos de unos 5 cm sobre la bandeja forrada con papel de hornear. Resulta un poco tedioso pero el resultado merece la pena. Seguimos con nuestros churritos hasta terminar con toda la masa, dejando 2,5 cm de separación entre ellos.
Horneamos 10 minutos aproximadamente (ya sabéis que dependerá de cada horno), tienen que quedar blanquitos. Sacamos del horno y dejamos enfriar.
Una vez fríos vamos rellenando uno con dulce de leche y tapamos con otro.
Fundimos el chocolate al baño maría y mojamos uno de los lados en el, dejamos secar sobre papel de horno hasta que el chocolate enfríe totalmente.
En nuestro caso, solo hemos mojado un lado de las galletas en chocolate porque a la hora de comer nos resultaba más cómodo así.
Son unas galletas finas y suaves, en casa han triunfado. Repetiremos sin duda


El sonido del móvil en la mesilla de noche me despierta a las cuatro de la mañana. Es noche cerrada pese a estar en pleno verano. Lentamente me defiendo de la somnolencia y sacudo los miembros adormecidos de las jornadas previas. Cada día el café sabe más amargo y las galletas más gomosas. El generoso esfuerzo tiene un fin que redunda en el bienestar de los míos; por ello un paso sigue a otro hasta el coche estacionado a la intemperie. Como una autómata conduzco hasta el parking, saludo cabeceando y me incorporo a un nuevo día tedioso y agotador. 
Carlota no llama desde hace algunos días enfrascada en su aventura y me entristece su lejanía, quizás por ello el trabajo se me hace más pesado . No quiero incordiarla.
Un pequeño relato en las hojas del periódico de la mañana me arranca una sonrisa cínica. Las protestas de los trabajadores (no importa el sector) se suceden día sí y día también. el empeoramiento de sus condiciones laborales, la precariedad en el empleo, la inseguridad y la merma de ingresos, no hacen extrañar situaciones como la que leo:

Desde su atalaya de la sexta planta, el poderoso observa el enjambre de hormigas que se concentran a los pies del edificio. Fuma tranquilamente y manifiesta su indiferencia rodeado de sus acólitos. Para llegar allí ha pisado muchas cabezas y no le importará continuar haciéndolo si las cosas se complican. Apenas un puñado de hombres en mono de trabajo no son estorbo para seguir con sus planes. Sabrá amansarlos como de costumbre. 
Los poderes fácticos alojados en las inmediaciones son su muro de contención. Pide un café y charla animadamente con su segundo, quien reverencia cada una de sus palabras. No obstante, algo llama su atención. Cuando todo parecía estabilizarse y el grupo en la calle parecía claudicar en la rendición; un hombre mayor, con un paraguas en previsión de los nubarrones que se ciernen, se acerca con cautela, pregunta algo a los portadores de la pancarta y se instala entre ellos. Al momento, una mujer con un carrito de la compra del que asoman tímidos unos puerros realiza la misma gestión, y animadamente les hace compañía. Es un goteo que no cesa: un inmigrante, varios estudiantes ociosos, unos ancianos de paseo y las madres que acompañan a los niños a las puertas del colegio. Todos se adhieren a la marea que crece desde la indignación. Cuando el poderoso se acerca al baño y se mira en el espejo parece algo más desaliñado. El nudo de la corbata cuelga flácido y un mechón del flequillo se revuelve sobre su frente de manera indómita.
Comienza a fumar de forma compulsiva aunque pretendía dejarlo y poco a poco la sala va quedándose huérfana. Donde antes había decenas, van quedando sombras aisladas. La maraña en la calle ha crecido ocupando las aceras, la calzada, las fachadas; en los balcones se muestran solidarios los vecinos y desde calles adyacentes llegan voces que anuncian nuevas incorporaciones. Un torrente humano se desborda por las avenidas envalentonado por el grueso de sus demandas. Telefonea a la autoridad, pero las respuestas son vagas y confusas. Todavía el derecho a reunirse no ha sido vulnerado así que toca aguantar el chaparrón. Confía en la lluvia que gotea débil pero persistente. No obstante, el número aumenta bajo la tormenta y el murmullo crece hasta las alturas en que se encuentra.
Súbitamente da un paso atrás eludiendo las miradas indiscretas, se ha quitado la americana y suda copiosamente. Las fuerzas le fallan y se deja caer en el diván del despacho. Por el interfono su autoridad suena vacía y apenas nadie le hace caso. Las puertas aledañas están tapiadas por la muchedumbre y la salida parece complicada. Las horas pasan agónicamente, con una lentitud desesperante. Abajo hay un fervor de lucha, de juncos adheridos, de granos haciendo montañas. No se sienten solos; han llegado otros como ellos, desfavorecidos, luchadores, vilipendiados, zaheridos, valientes resistiendo a la insolencia del capital, sumido en la injusticia. La sociedad malherida se resiste a sucumbir, recobrado el vigor con la fórmula de la solidaridad, del compañerismo. El temor se instala en la sexta planta y entre las nubes despuntan los rayos de un sol que se abre paso. Oye tras la puerta ruido de pasos apresurados, de pesadas botas retumbando en los escalones.
No queda nadie a su alrededor, sólo vacío, solo...nada.

Querido Andrew:
Se van acortando las horas de sol y el trabajo se me hace muy pesado, pues a la labor en el obrador debo sumar el de la casa ocupada por los niños y mi colaboración en los menesteres de la guerra. Alguna que otra noche, cuando caigo rendida en la cama junto al cuerpo ovillado de María del Carmen, saco del armario la caja de cartón con los pocos recuerdos que conservo de mis padres. La gastada fotografía de mi madre, único vestigio de su existencia, me fortalece; pese a su seriedad pétrea, sus negros ropajes, sus gruesas medias y su actitud ceñuda, entiendo asoma un ser excepcional. Sin recursos apenas, con una familia que reclamaba su sustento, agarró el toro por los cuernos y trabajó sin desmayo para los señoritos que acaparaban la industria, el campo y las ciudades. Se entregó sin derechos reconocidos, por monedas aisladas o por trozos de pan, en una vida sin horizonte, carente de amparo en la enfermedad, acogida a la bondad de los vecinos en la necesidad más acuciante. Años más tarde, conseguidos algunos derechos no exentos de obligaciones, reconozco su ánimo, su tenacidad y su lucha. Sé que no te he hablado mucho de ella aunque la añoro con desesperación. El olor a alcanfor y a jabón de tajo de mi madre acuden prestos a mi memoria, ojalá hubiese conocido este progreso que algún día alcanzaremos. A pesar de todo, algunas compañeras no pueden hacer frente a los gastos que originan padres impedidos, hijos con dependencia u hogares destruidos. La promesa de un mejor modo de vida acaricia nuestros oídos en las palabras de Beveridge y su sistema llamado de Seguridad Social. Sólo le pido que la pobreza no suponga nuestra exclusión en una sociedad fragmentada. No existen guetos a la vista, pero los sombreros de copa y las pamelas observan por encima del hombro a quienes portan mandil y mono de trabajo. Nos batimos el cobre por preservar una nación libre, lejos de los designios de un loco furibundo; pero tampoco deseamos entregarla sin condiciones a quienes buscan un enriquecimiento sin contraprestaciones.
La línea social es tan débil, que temo se rompa tras la guerra y vaguemos llenos de harapos entre escombros, mientras otros pasean en vehículos oficiales envalentonados por el poder de la libra.
No soy ajena a las miradas de los niños en las confiterías, a los deseos de lujosos vestidos de las jovencitas y a las manos posadas en los escaparates por los necesitados. Esta lucha que recorre el mundo debe erradicar de la faz de la tierra esta diferencia social que nos hace presos, más aún que el poder de las bombas, puesto que cuando ellas cedan, quedará el oro en manos de unos pocos y la arena a los pies de la mayoría; que esa arena no nos sepulte es tarea de quienes prometieron guiar nuestros pasos para hacernos libres. Si en algún momento pensaron en poner cadenas usaremos las cizallas para cortarlas. Este es el movimiento que recorre el mundo, que unos pocos no nos hagan cambiar la dirección. Tuya en la distancia, Victoria, Londres a 30 de septiembre de 1942.

Como si leyera mi pensamiento, Carlota sale a mi encuentro en la cercanía de la noche. Su madre se encuentra algo pachucha y ha venido para acompañarla al médico. Con sus defectos, nuestro sistema sanitario le garantiza un bienestar del que quizá no pudo disfrutar la madre de Victoria. Miro a mis hijos caminando al lado de su abuela, cogidos de la mano y me emociono escuchando sus preguntas curiosas. Carlota va a mi vera agarrándome del brazo y se da cuenta de mi suerte, tres generaciones en unos metros es más de lo que muchos pudieron pedir. Ojalá Victoria estuviese con nosotras, yo ya la siento y creo que Carlota hace lo mismo.




15 comentarios:

  1. Ay, nos encandilas con tus relatos y tus recetas...
    Qué apetitosas, tienen que estar riquísimas con el dulce de leche: nos gusta mucho este ingrediente.
    Y con chocolate, lo más..
    Besos.

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  2. Tienen una pinta espectacular!!! Esto podría llamarse arquitectura repostera??? Jiji

    B7s!

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  3. Que ricas Angeles!
    Me encantan estas galletitas y con el relleno de dulce de leche son muy tentadoras.
    Besos!

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  4. No se que me gusta mas, si las galletas en si o como explicas su sabor, es que se me hace la boca agua. Precioso relato, como siempre y muy actual.
    Besitos

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  5. Angeles!!!! No puedo dejar de decirte que eres una inspiracion!!!
    Aca estoy esperando los 10 minutos y ver las delicias que salen del horno!!!!
    Y te agradezco tambien que publicas una vez x semana, xq sino no entraria en mi ropa!!!!!
    Le envio x mail una inspiracion culinaria a tu marido!
    Cariños!

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  6. qué puedo decirte, guardé esta entrada en mis favoritos y te digo que eso es algo más que VIP.
    Podría decirte que tu relato ha sido tan exquisito como estas galletas, pero ocurre algo. Llevan dulce de leche.
    Y donde hay dulce de leche nada puede igualarse.

    Gracias por esta receta con sabor a mi tierra y a todo lo que significa en mi vida,

    Buen fin de semana,

    besos
    Mica

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  7. Pero que descubrimiento tu blog! has pasado por el mio y he querido devolverte la visita, muy grata por cierto, ¿tú todo lo haces bien? dice tu madre galletas.....eso no son galletas normales, es un bocado divino, que rico!!! y digo yo..........que bien escribes!! pero no sé si es una continuación de las demás entradas o son relatos?.........me ha relajado mucho leerte y me ha sorprendido....besos y encantada

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  8. Tus galletas son un pecado, que delicia.
    Besotes

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  9. Madr mía!!! Menuda delicia!! Me han encantado y tengo que probarlas, sí o sí.
    Besos!

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  10. uf madre mía! me apunto la receta porque tienen una pintaaa.... :)

    http://norwegianwood8.blogspot.com.es/

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  11. BUff que cosa mas rica!!yo tengo que hacerlas!!besos
    dezazu.blogspot.com.es

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  12. Esto ya es pecado, ni las pastas del Vait. Ahora a leer tranquilamente la historia de Carlota, pero con una triste galleta de mi despensa. Besoooos http://40ytantas.blogspot.com

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  13. Me encantan las pastas de te, y con esa combinacion que has hecho tienen que estar de muerte! Tienes un regalito en mi blog!
    http://azucargalletasymuchascosasbonitas.blogspot.com.es/2013/06/porque-lo-sencillo-esta-de-vicio-y.html?m=1

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  14. Pero qué buena pinta Ángeles¡ Me anoto esta receta.
    Besos

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  15. Una delicia. Pero que cosa más rica. Con el chocolate...delirantes!!!
    Un beso.
    El tiempo a bocados
    http://eltiempoabocados.blogspot.com.es/

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Me gustan tus comentarios, me encanta leerlos todos, gracias por molestarte en escribirlos.

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