Siempre hay un antes y un después; un punto de inflexión que determina el camino por el que transitar en el futuro. En la mayor parte de las ocasiones este punto lo marca un acontecimiento determinado, la suerte o la desgracia en momentos puntuales; y así nos aprestamos a tomar decisiones impactantes para nuestro devenir. Así me ha ocurrido, y por eso esta ausencia alejada de vosotros. Ha sido este un tiempo de reflexión y de planes, de coger el toro por los cuernos y tirar para adelante con la ilusión de un proyecto que va tomando forma, con lentitud, pero inexorablemente. Quizás aún sea pronto para abrir este capítulo y la cautela se imponga por ahora. No obstante iré informando de mis progresos, de los que todos sin duda formáis parte.
Pasé la
última hoja y me asomé al abismo de una cuartilla en blanco. Sus
últimas letras bailaron ante mis ojos preludiando lo inevitable. Un
corte en el lomo, algunas virutas de papel engomadas en la solapa me
informaron de un final precipitado. No supe que hacer, de repente el
mundo se vino abajo. Me dejé caer en el sofá y lloré. Lloré como
quien pierde aquello que más quiere. Inconteniblemente, amargamente.
Fueron días de silencios, de caras largas, de fiebre inexplicable.
Vagué por la casa como un alma en pena, llena de remordimientos por
no haber previsto mi condena. Va pasando el tiempo y Victoria me
golpea cada noche con su ausencia recordándome que sigue viva en mi
memoria. Casi un mes pasó de aquello, y quienes estuvieron a mi lado
se compadecieron de mi estado, intentaron confortarme y no me dejaron
sola en ningún momento. Hasta que llegó la llamada de Carlota.
Llegué al
aeropuerto de Stansted llena de incertidumbres. La invitación de
Carlota me pìlló en un momento bajo emocional y me costó sacudirme
la modorra para enfrentar su presencia; y a pesar de postergar mi
marcha durante algunos días, al final fue inevitable aparecer. Sus
anchas sonrisas y verlos cogidos de la mano alejaron los infundados
temores que albergaba. Ambos me besaron y abrazaron con efusividad.
Se les veía tan felices que mi ansiedad se fue mitigando. James se
hizo cargo del ligero equipaje y arrancó enérgicamente rumbo a la
ciudad. Fueron hablando durante todo el camino sin desmayo, de sus
planes, de lo que me habían echado de menos, del pasado y del
futuro. Alguna leve mención a Victoria, pero poco más. No se
sorprendieron cuando les anuncié el fin de las cartas que obraban en
mis manos y eso fue algo que me inquietó, pues apenas hicieron
mención a tan desafortunada certeza; ¿acaso la brusquedad de esa
realidad no les afectaba?
Rogaron que
aligerase y me compusiese rápido para llevarme a algún errático
lugar. Sus risas no hicieron sino avivar mi incertidumbre y darle un
aire enigmático a la situación; así que les hice caso y me instalé
en la parte trasera del lujoso automóvil de James dispuesta a
dejarme sorprender.
Durante el
trayecto observé las calles preñadas de turistas que acudían a los
emblemáticos rincones de Londres, fácilmente identificables con sus
atuendos informales, sus zapatos cómodos y sus cámaras colgando de
los cuellos. Yo ya no me siento como tal. Arrivamos a una sucursal
bancaria, el Bank of London y franqueamos sus puertas giratorias. Las
gestiones de James apenas le llevaron unos minutos antes de regresar
con una pequeña llave y un empleado bancario que nos acompañaría a
un siniestro pasillo lleno de puertas; algunas toses delataban la
ocupación. Pasamos a una salita y James desapareció de nuevo con el
empleado. Al volver llevaba una pequeña cajita negra que posó con
delicadeza en la mesa, la abrió lentamente y nos dejó observar su
interior. Al fondo, atadas con un cordel de color pastel yacían un
manojo de cartas de sobres amarillentos escritas a mano, curiosamente
lacradas, sin abrir, mudas ante mi atenta mirada. Carlota cerró mi
boca, abierta por la impresión.
Interrogé a
James con la mirada, y con una tímida sonrisa me explicó que nunca
pensó en abrirlas, que el odio que albergó hacia su abuela durante
tanto tiempo le impidió dar el paso que conduejse a su contenido.
Creyó que había llegado el momento de que las poseyera yo, habida
cuenta de que el remitente era Victoria y por tanto ella fue quien
las escribió. También él quiere conocer, pero me hace responsable
de un contenido que desconocemos y del que estoy tan ávida como
consternada. Sin darme cuenta las he estrechado entre mis manos y las
he posado en mi pecho antes de ponerme a llorar. Soy feliz. He
reencontrado un camino que pensé extraviado, un hilo que me
conducirá a un pasado empeñado en ocultarse, aunque para ello deba
hurgar en las heridas de James. Su consentimiento es un valor que
tendré en cuenta, su capitulación será mi redención. Debo valorar
el coste de su decisión, no le resultó fácil retornar a un pasado
que dejó varado en una caja de metal para seguir su camino, ni
revivir esos fantasmas que le han atromentado durante años para
satisfacer mi curiosidad, para despejar mis dudas. Hallé un tesoro y
no lo pienso desperdiciar, saborearé cada letra de cada línea que
Victoria enviase a Suri, pues ella es la destinataria. James me ha
prometido ponerme al día sobre el cómo y el por qué de su
exitencia, de cómo llegaron a sus manos y del dolor que eso le
causó. Pero eso, es otra historia.
Me alegra que estes ilusionada y con proyectos a los que dar forma.
ResponderEliminarTe voy a contar una cosa, en tu última entrada, cuando comenzaba el texto de Victoria el relato empezaba así: "Querida, no vas a creértelo, pero he decidido coger el toro por los cuernos". Me pareció tan descriptivo, tan de armarse de valor para lo que sea, que decidí hacer una ilustración, una ilustración que reposó lo suficiente para finalmente encontrarle su sitio. Su sitio fue un cartel para el pasado 8 de marzo.
Lo coloquial de la frase, el valor y el empeño que ponemos cada día tantas y tantas mujeres por sacar adelante nuestras vidas y las de los nuestros, nuestras profesiones, me dio la fuerza para hacer una edición limitada de ese cartel y salir con mi hijo a pegarlos por el pueblo, aparte de colgarlo en el blog. Nos lo pasamos en grande, nos expusimos a la vergüenza de que nos miraran, pero nos dio lo mismo.
Adelante, y siéntete orgullosa de ponerte a prueba.
Un besazo
Vir
Hola Angeles, me alegra mucho saber que te estas abriendo camino con nuevo proyecto y porsupuesto que aquí estaré para animarte! Aunque ultimamente estoy yo también medio desaparecida que estés segura que te sigo y me acerco para admirar tus creaciones, en éste caso éstas galletas tan logradas. Muchos besos :)
ResponderEliminarOy oy oy.... qué cosa más ideal, por favorrrrr. Me parecen super tiernas y además nada vistas, así que me han encantado Ángeles.
ResponderEliminarUn beso enorme
Angeles, espero que vaya todo bien y que tengas mucha suerte con tu nuevo proyecto. Las galletas son monísimas. Un besico y buen fin de semana.
ResponderEliminarMe alegro mucho por tu nuevo proyecto.... y tus galletas me han encantado ¡¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminarBesitos.
Mercedes.
Ainssss por favorrrr que bonitos los cerditos!!! Me han encantado... que arte! Un besazo
ResponderEliminarMi querida amiga, adelante con tu nuevo proyecto seguro que lo que hagas sera hacertado, como estas preciosas galletas que me han enamorado. Mil besicos cielo
ResponderEliminarÁngeles me alegra que todo te vaya bien y que tengas por delante un nuevo proyecto, te deseo todo lo mejor ♥.
ResponderEliminarY que decirte de las galletas,son preciosas!
Un beso grande!
Que monada me han encantado.
ResponderEliminarBesos cris y Laura.
Te sigo desde ahora y volveré cada vez que pueda, me gusta todo lo que veo.
ResponderEliminarBesos
Querida Angeles, estas tan misteriosa.!
ResponderEliminarEstamos esperando una nueva creacion, y el relato de las Cartas de Victoria!
Vuelve pronto!!!
Angeles Margot